domingo, 10 de agosto de 2014

LAS ERUPCIONES DEL VOLCÁN POAS 1905-1910

LAS ERUPCIONES DEL VOLCÁN POAS 1905-1910
Por J. Rudín, Anastasio Alfaro, Gustavo Michaud y A. Rudín

Periódico El día, N° 1258, 26 de enero de 1905 y otras fuentes desconocidas de 1910


EL POÁS EN ACTIVIDAD

Contra la opinión de la mayoría de las gentes que tienen de creencia de que este volcán está apagado, podemos hoy asegurar todo lo contrario.

En la excursión científica a esta montaña, efectuada por don Fidel Tristán hijo y algunos otros profesores del Liceo de Costa Rica, se ha llegado al convencimiento de que el Poás está en completa actividad, pues ha arrojado grandes cantidades de cenizas y altísimas columnas de vapor, que se han observado desde esta capital (San José) por don Pedro Nolasco Gutiérrez.

Quiera él que todo lo puede, entregar esta montaña en brazos de Morfeo para “sécula seculorum”.


GRAN ERUPCIÓN DEL CENIZA DEL VOLCÁN POÁS, 25 DE ENERO, 4:55 p.m.

El día 25 de enero, poco antes de las cinco de la tarde, se vio desde San José una inmensa columna, al parecer de humo, pero que en realidad era agua mezclada con cenizas, la cual se elevó sobre la cima del volcán Poás, a una altura que hemos podido estimar en 4000 metros, y que luego, por la evaporación, se fue ensanchando hacia los lados y hacia arriba hasta la prodigiosa altura de 8000 metros próximamente. La ciudad de San José se llenó de gente en las calles para observar el espectáculo hasta entonces nunca visto de tal magnitud. La columna en un principio apareció de color oscuro intenso, y luego, por la evaporación, se formó la inmensa nube, de un tinte gris claro, que iba extendiéndose y cambiando de matices lentamente. La forma aparente era la de una coliflor deshojada, de colosales dimensiones, ancha arriba y descansando sobre una base relativamente delgada: un joven aficionado a la fotografía, don Manuel Redondo, tuvo la fortuna de tomar una vista desde la plaza de la artillería en el momento de la erupción, cuya copia acompañamos a este informe. Poco a poco los vapores fueron ascendiendo y se extendieron horizontalmente, hasta tomar la forma de un paraguas de muchos kilómetros de diámetro. Movida esa nube por los vientos superiores, se extendió por toda la meseta central, y produjo la lluvia de cenizas a que nos referimos, entre las 6 y las 8 de la noche del 25 de enero. Según observaciones posteriores practicadas en San José, en San Pedro de Poás y en la cima del volcán, no sería exagerado asegurar que la cantidad de cenizas arrojada por el Poás en la tarde del 25, puede estimarse en 800000 metros cúbicos, con un peso de 640000 toneladas, o sea una cantidad suficiente para cubrir toda La Sabana con una capa de un metro de espesor.

Erupción del volcán Poás del 25 de enero de 1910, vista desde la Plaza de la Artillería en San José.

Por comisión del Ministerio de Fomento, salimos de esta ciudad en la mañana del 28 y pudimos observar que la cantidad de ceniza aumentaba progresivamente hasta cubrir los campos de cultivo en la región de San Joaquín de Heredia, con una débil capa de color gris, como si intencionalmente hubiesen regado en los cafetales, el conocido abono Albert. Los flancos de los caminos en Alajuela y sus alrededores estaban regados de ceniza, y daban en la sombra un aspecto precioso, como si fueran rocas de aluminio. El aspecto entre Alajuela y el río de Poás parece uniforme, lleno de pequeñas vertientes que hacen un camino accidentado de altos y bajos hasta llegar a la orilla del río.

A partir de este lugar se asciende siempre hasta llegar a la villa de San Pedro que se halla a una altura de 1120 m. Desde San Pedro continuamos nuestro viaje, por la tarde, para llegar a dormir a La Lechería, que se halla a una altura de 2200 m, tanto esa parte del camino, como la que sigue dela Lechería al volcán, es difícil transitar por el estado de abandono en que se encuentra y por lo fuerte de las pendientes, casi en toda su extensión. Siendo el volcán de Poás uno de los encantos naturales que posee Costa Rica, de mayor importancia, convendría mantener en buen estado ese camino, porque seguros de que muchos extranjeros vendrían a este país, aunque no tuviera otro atractivo que la visita del precioso volcán. Una vez abierto el camino, y mantenido en buenas condiciones, cosa que puede hacerse con poco gasto, por tratarse de 20 kilómetros próximamente, los particulares establecerían habitaciones en el trayecto, y en la cima misma podría establecerse un alojamiento cómodo para los viajeros que, hoy por hoy, se hallan expuestos a las inclemencias del viento, del frío y de la lluvia, por no haber otro abrigo que el que proporciona la montaña misma.

En la mañana del 29, al salir el sol, emprendimos el ascenso a pie, y llegamos al cráter a las 9 de la mañana. En todo ese trayecto se nota la caída de pequeñas piedras en bastante abundancia y según nos dijo la gente que habita en La Lechería, estas piedrecillas produjeron al hacer, la impresión de una fuerte granizada; algunas de estas piedras alcanzan un diámetro de uno a dos centímetros. En la montaña del alto, se encuentra piedrecillas diseminadas con frecuencia sobre las hojas de los árboles y arbustos, que al sacudirse con el viento o intencionalmente con la mano, caían sobre el suelo. Al día siguiente de la erupción, a las siete de la mañana, según pudo observar uno de nosotros, el potrero grande del alto estaba cubierto de una espesa capa de escarcha; los cristales de hielo formados en las ramitas y las hojas de la hierba llegaban a tener de 5 a 8 mm de longitud y el aspecto general que daban los pastos era verdaderamente encantador; esta escarcha se debió al exceso de frío en la noche del 25, descenso de temperatura que también parece haberse sentido en la mesta central; pero estamos seguros de que esto no ha tenido relación con la erupción misma, pues la nube arrojada más bien debía haberse impedido la irradiación terrestre, produciendo tal vez el descenso de la temperatura el viento NE, que sopla con frecuencia en esa época del año.

Ya cerca del segundo potrero, se encuentran algunos pedazos de piedra de tres a cuatro centímetros de grueso, los cuales son generalmente livianos y porosos. En la proximidad del cráter han caído algunas piedras que van aumentando en tamaño y abundancia, a medida que uno se acerca a las orillas del cráter mismo. En la mañana del 26 se encontraba este cubierto enteramente por una capa de ceniza uniforme, que le daba un aspecto de lo más extraño para las personas acostumbradas a admirar sus matices. Posteriormente, el viento y el agua han limpiado algunos lugares, mostrando manchas de otros colores que rompen la monotonía del conjunto. La primera impresión que se recibe al llegar al cráter es que la laguna del fondo se ha agrandado sin que sea posible decir cuánto, ni tampoco por qué lado. De la comparación cuidadosa, entre fotografías tomadas por nosotros y las fotografías anteriores, se desprende que ha desaparecido la mayor parte de la playa que existía al SW, debido esto, probablemente al cambio de nivel de las aguas, que pueden haber sido de algunos metros, y que se prueba por haberse sumergido algunas rocas que no han cambiado de aspecto. Por la falta de observaciones anteriores a la erupción del 25, no podemos precisar si este cambio se debe a la erupción misma, o si, lo que es mucho más probable, sea simplemente consecuencia de las fuertes lluvias de los dos últimos años. Es muy posible que antes de la erupción, el cráter tuviera una cantidad de agua mucho mayor, y hasta hay la posibilidad de que esta fuera la causa de la erupción tan extraordinariamente fuerte, viniendo a ser así una especie de desahogo de las aguas y materias arrastradas por la misma lluvia. Pudiera también suceder que el fondo del cráter haya adquirido una profundidad mucho mayor en los cañones interiores, lo cual tendría por consecuencia un cambio en su régimen, produciendo en adelante erupciones más fuertes que en años anteriores, pero más espaciadas unas de otras. Además, ha habido derrumbes de alguna consideración por el lado norte, habiéndose encausado la laguna caliente en esa dirección en cantidad apreciable. A causa de la falta absoluta de un mapa de los playones, no podemos decir si los derrumbes solo abarcaron la parte inferior de los acantilados o si han empezado desde lo alto.

Vista del cráter del volcán Poás después de la erupción del 15 de enero de 1910. 

Todos los alrededores del cráter han recibido ceniza en forma de lodo, pues se ven señales de que este ha corrido sobre las ramas, cubriéndolas hasta su parte inferior. De las observaciones hechas al día siguiente de la erupción, parece que los playones y las colinas del norte, han recibido una cantidad mayor de cenizas que la que cayó al lado sur. También es de notarse que el lodo cayó en zonas que irradian del cráter en bandas irregulares: parece que el lodo ha salido en chorros separados unos de los otros que han tomado distintas direcciones, fenómeno que ya se ha observado antes en otras erupciones menores.

Hasta una distancia que varía entre 150 y 200 metros del borde superior del cráter, han caído numerosas piedras cuya estructura y naturaleza se verá más adelante; las hay de todos tamaños, desde 5 hasta 48 cm de espesor, algunas livianas, pero la mayor parte de consistencia maciza y pesada. Casi todas han caído con dirección inclinada hacia afuera, describiendo en su trayectoria una parábola, como puede comprobarse por la dirección de los huecos en que están sepultadas, también han debido caer desde una gran altura, porque las grandes desfondaron el terreno a más de un metro de profundidad y han tenido fuerza para trozar raíces y romper sin dificultad, ramas más gruesas que el brazo de un hombre, entrando todavía a considerable profundidad en el suelo; su distribución no es uniforme, los huecos abundan al lado SW, mientras que por el SE, hacia la laguna fría, se vuelven cada vez menos numerosos, hasta desaparecer por completo en esa dirección. No sabemos si también habrán caído en los playones del NE, pues el tiempo no permitió la exploración por aquellos lugares.

Caída de bombas volcánicas durante la erupción del volcán Poás el 25 de enero de 1910.
En la laguna fría debe haber caído una gran cantidad de lodo y de cenizas, hasta el punto de que en la mañana del 26, su hermoso color azul se había transformado en un verde sucio, y el agua tenía un sabor agrio tan pronunciado que no podía beberse, Las aguas en sus orillas y en el pequeño río Ángel presentaban un color lechoso, sucio y arrastraban bastantes cenizas en suspensión. El 27, según nos aseguraron otros excursionistas, el agua había recobrado ya su transparencia y color naturales, y en ese estado la encontramos a nuestra llegada el día 29. Esta purificación tan rápida, no puede atribuirse a la acción del desagüe, por ser un caudal insignificante; es más probable que las sustancias extrañas se difundieran por toda la masa, perdiendo así su fuerza. Fuera de estos cambios pasajeros no hemos notado ningún cambio en la configuración de la laguna, ni en la dirección del desaguadero; tampoco ha sufrido nada la cortina de roca dura que separa la laguna de la olla del cráter, y por lo mismo no debe temerse la irrupción de aquella en el cráter vivo. Como objeto de ornato para la laguna fría, pudiera tal vez bajarse el nivel del desaguadero en una pequeña distancia y con un gasto insignificante, obteniendo con esto, bajar el nivel de la laguna en un metro próximamente o algo más, lo que haría aumentar las playas, mejorando con mucho el aspecto general de aquel precioso panorama.

Erupción del volcán Poás antes de 1910.

Desde el día 25, el volcán ha estado en calma absoluta; ni nosotros, ni ninguno de los numerosos excursionistas que han subido después, han notado la menor erupción. El hecho de haber arrojado cenizas el volcán de Poás no es un fenómeno absolutamente extraño: hace como 30 años, una erupción de cenizas llegó hasta San Pedro de Poás, cubriendo las hojas de los cafetos hasta el extremo de poderse dibujar sobre ellas. Hace pocos años, la erupción de cenizas fue tan fuerte en los alrededores del cráter, sobre la vereda que conduce a la laguna fría, que se formaban verdaderos montones sobre las ramas de los arrayanes, a tal extremo que se desgajaron estas por su peso; pero las columnas observadas, en ningún tiempo han sido tan altas que pudieran extenderse las cenizas más allá de las faldas del volcán, como se vio en la tarde del 25.

Omitimos dar una descripción detallada de la masa del Poás desde el punto de vista geográfico, por haberse publicado los datos en diversos informes de años anteriores, y porque la comisión que se nos dio es el estudio de un fenómeno especial. Las cenizas examinadas se componen de una parte soluble en el agua y de un residuo insoluble. A la parte soluble se deben los fenómenos de corrosión de los vegetales y las manchas sobre la ropa. Para estudiarlas se lavaron cenizas con una pequeña cantidad de agua y se filtraron; el líquido transparente tenía olor a anhídrido sulfuroso y un sabor astringente. Unas gotas vertidas en tintura de tornasol la enrojecían; con el cloruro de bario dio un precipitado abundante, insoluble en ácido clorhídrico. Con el nitrato de plata no precipitó. Con el amoniaco se obtuvo un precipitado gelatinoso, que resultó ser una mezcla de hidratos de aluminio y de hierro. Con el oxalato de amonio agregado a una parte del líquido, neutralizado, se obtuvo un precipitado débil. Con el ferrocianuro de potasio dio un color azul débil; con el ferrocianuro, un color azul intenso; con el tanino un color negro.

Este examen revela la presencia en las cenizas de anhídrido sulfuroso, ácido sulfúrico, que siempre se forma cuando el anhídrido sulfuroso se encuentra en presencia del aire húmedo, de sulfato ferroso, de sulfato de aluminio. Al anhídrido sulfuroso y al ácido sulfúrico se deben los fenómenos de descoloración y corrosión de los tejidos y vegetales. Al sulfato ferroso se deben las manchas amarillentas sobre la ropa blanca. Estas manchas se quitan fácilmente lavándolas con jugo de limón mezclado con un volumen de agua, luego exponiendo la ropa durante una hora por lo menos a la luz directa del sol y lavándola por fin con agua pura. 

Excepto en las inmediaciones del cráter, la caída de cenizas no ha sido suficiente para dañar seriamente los cultivos. Además, gracias a la gran solubilidad de las sustancias corrosivas, el rocío las arrastró en poco tiempo; en La Lechería, al pie del volcán, el ganado rehusó comer durante un día o dos, pero cuatro días después de la caída de cenizas, vimos las vacas comer con apetito. Es posible que el anhídrido sulfuroso y el azufre contenidos en las cenizas hayan perjudicado más a los insectos nocivos a la agricultura, que a los cultivos mismos. La presencia de ácido sulfúrico en cenizas volcánicas no es un hecho común; sin embargo, en agosto de 1852, una lluvia de agua y cenizas, cargada de ácido sulfúrico, arrojada por el Etna, ennegreció y destruyó la vegetación.


Fragmentos de vidrio volcánico, cristales rotos de feldespato, una cantidad menor de cristales de magnetita y de augita y una pequeña cantidad de azufre, se encontraron en la parte insoluble de las cenizas. Algunas de las bombas volcánicas caídas en la vecindad del cráter diferían de las lavas ordinarias por la presencia de una cantidad considerable de azufre libre y de pirita, diseminados en el feldespato y en la augita. La presencia de azufre en los bordes del agua caliente es otro distintivo del Poás; hace pocos años la presencia de pedazos de ese mineral era tan abundante que algunos vecinos de la villa de San Pedro se ocupaban en sacarlo para su venta en las droguerías, considerando esto como un trabajo lucrativo.       

              

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sábado, 2 de agosto de 2014

EL TERREMOTO DE TORO AMARILLO DE 1911

EL TERREMOTO DE TORO AMARILLO DE 1911


Por Anastasio Alfaro, Gustavo Michaud y P. Biolley C, Anales del Centro de Estudios Sismológicos de Costa Rica, Año 1911.


Señor:             Subsecretario de Fomento
                        Encargado del despacho S. D.

En cumplimiento de la comisión que se nos dio para investigar los efectos del terremoto ocurrido en Toro Amarillo del cantón de Grecia, en la noche del 28 de agosto próximo pasado (1911), salimos de esta capital en la mañana del 2 de setiembre, para dormir en Grecia ese mismo día. El movimiento que nos referimos se sintió en San José a las 10:06 p.m. con dirección NW e intensidad VI, como podrá verse por los sismogramas adjuntos, uno de los cuales nos ha sido presentado por el Profesor don J. Fidel Tristán, Director del Colegio Superior de Señoritas.

Sismograma del terremoto de Toro Amarillo de 1911, registrado en el Colegio Superior de Señoritas

En Alajuela, 20 km al NW de San José, se sintió con intensidad VII, según informes de particulares, y en Grecia; 20 km al NW de Alajuela, se sintió con intensidad VIII, conservando siempre la misma dirección, como podía observarse por la caída de botellas y de otras mercaderías, en la botica de aquella ciudad y en otros establecimientos de comercio. Los daños en esta ciudad fueron insignificantes en las construcciones, debido a que la iglesia es de hierro y la casi totalidad de las casas son construcciones de bahareque y madera.

En la población de Grecia se unieron a nuestra comitiva los señores ingeniero don Manuel Carranza y don Alfredo Gómez, personas que nos prestaron toda clase de auxilios personales y de alojamiento, con la mejor buena voluntad y desinterés; con ellos iban algunos trabajadores, que nos sirvieron para el transporte de equipajes y para las excursiones en la montaña. En la mañana del domingo 3 de setiembre, salimos de Grecia con dirección próximamente al norte, hasta llegar a la altura de la sierra, que se trasmonta en el lugar llamado El Portillo, a 2064 metros sobre el nivel del mar. Antes de llegar a este lugar, después de la quebrada del Vigía, empiezan a observarse los primeros derrumbes pequeños en los flancos del camino; poco adelante, a 1419 m de elevación sobre el nivel del mar, se encuentran las primeras grietas en el suelo, perpendiculares a la dirección del movimiento sísmico; aquí los derrumbes son de más consideración.

Al llegar al punto llamado Las Trojas pudo observarse ya una grieta de 30 m de largo por 0,5 m de hondo y 0,08 m de ancho, aproximadamente. La altura de Las Trojas es de 1540 m. Pasando El portillo el camino se encuentra completamente obstruido, por el derrumbe de los paredones al centro de la vía, y en los pequeños llanos de la altura, las grietas son tan anchas y profundas que no se puede caminar a caballo, por lo cual tuvimos que devolver las bestias y continuar nuestro viaje a pie. La altura de El Portillo marca la división de las dos vertientes, dejando al sur la región seca, arcillosa y cultivada, que se extiende por toda la meseta central hasta las costas del Pacífico, y al norte la región húmeda de lluvias frecuentes y que se extiende hasta terminar en la frontera Norte de Costa Rica, comprendiendo las feraces llanuras de San Carlos, Sarapiquí y Santa Clara.

El camino por este lado debe considerarse como una arteria importante de la región Norte: por comprender una distancia relativamente corta y con acceso fácil para los finqueros y trabajadores de toda la provincia de Alajuela. El camino para bajar a las llanuras tiene poco más de 5 km y es fácilmente practicable, hasta convertirlo en carretera con un costo relativamente pequeño, porque no tiene puente alguno y dispone de abundantes rocas volcánicas para lastrar la vía hasta la pequeña población de Toro Amarillo, que se halla a 1514 m.s.n.m. y que puede considerase como la puerta de entrada de las extensas llanuras del Norte; la temperatura de Toro Amarillo, donde estaba alojado nuestro campamento, es de 16 °C por término medio; la máxima nos dio 24 °C y la mínima es de 11 °C, que fueron las temperaturas extremas observadas del 3 al 6 de setiembre.

En esta pequeña población había 25 habitaciones de madera, ocupadas por familias de trabajadores, muchas de las cuales salieron hasta Grecia después del terremoto, por temor de más serias consecuencias. Los movimientos del 28 comenzaron desde las 5 p.m., alcanzando su mayor intensidad poco después de las 10 p.m., y continuó temblando por espacio de algunos días; todavía durante nuestra permanencia, se sintieron algunas sacudidas y con frecuencia se oían retumbos volcánicos.

La aldea de Toro Amarillo se encuentra circundada por cerros, muchos de ellos de forma cónica, tales como el cerro Congo al NNE, que es el más avanzado hacia las llanuras del Norte. Por el lado sur, se hallan los cerros Roble, Alto del Portillo y el de Los Alfaro. Al este, se hallan los cerros del Gorrión, Los Anonos, el volcán Poás, el cerro del Ángel y el Cariblanco, que llega hasta el camino del Sarapiquí. Y al oeste quedan los cerros de Quebrada Grande, Río Segundo Barroso, Pelón y Volcán Viejo.

La aldea se halla colocada en las cabeceras del Toro Amarillo que corre hacia el Norte, cuyas aguas están formadas por los riachuelos llamados Yurro Hondo, Guápiles, Azul, Las Pilas, Quebrada Gata, Río Agrio, el desagüe del volcán Poás, Los Anonos y el Gorrión por la margen del este; y por el oeste, la Quebrada Grande, Río Segundo, el desagüe del Volcán Viejo, Río Barroso y El Mico. Como a 8 km de su curso, a partir de la aldea, tiene el río Toro Amarillo una preciosa catarata de 60 m de altura próximamente y pudiera tal vez aprovecharse en los años venideros como fuerza hidráulica de  gran potencia. En la aldea de Toro Amarillo había antes del terremoto como 100 habitantes que se ocupaban en el cultivo de granos, en el cuido de las fincas de ganado y muy especialmente en el corte de maderas de Cedro, Quizarrá e Ira, maderas que son muy abundantes y que mantenían en ejercicio a tres máquinas de aserrar, movidas por la fuerza del agua.

El día siguiente de nuestra llegada visitamos la región NW por hallarse allí los derrumbes más considerables en la finca de Jesús Esquivel, derrumbamientos de la montaña que abarcan un espacio como de tres hectáreas cada uno y que dejaron limpio el flanco de la loma por uno y otro lado, en forma de una punta de diamante; estos derrumbamientos arrastraron consigo toda la vegetación, y en su caída desraizaron los árboles que quedaron amontonados en los bajos y cubiertos por espesos mantos de tierra y de grandes piedras. Al día siguiente se prosiguió la exploración próximamente con el mismo rumbo recorriendo feraces hondonadas, cubiertas de cedros, palmitos y súrtubas, por habernos dicho que existía en esa dirección el cráter de un volcán extinguido, y a la orilla del cual se ha hecho el denuncio de una mina que se supone contenga oro. Durante esta exploración seguimos en su curso ascendiendo el Río Segundo, para llegar a una quebrada que llaman el desagüe del Volcán Viejo; efectivamente se encuentran en el curso de este desagüe conglomerados volcánicos que contienen azufre y rocas estratificadas de arenas y ceniza en capas horizontales que atestiguan la existencia de un antiguo volcán en la espaciosa olla, llamada el cráter del Volcán Viejo que tiene próximamente 1800 m.s.n.m.

Derrumbes camino a Toro Amarillo
A pesar de que existen pequeños derrumbamientos en las colinas de este lado, la falta de grietas en el suelo, el carácter de la vegetación intacta, y otros detalles que sería prolijo enumerar, dan el convencimiento de que este viejo cráter no tiene actividad alguna, y que la sacudida debió verificarse más cerca de nuestro campamento central, colocado en la aldea de Toro Amarillo. Nuestra tercera exploración se dirigió hacia el cerro del Congo, en una extensión  de 8 a 10 km, con rumbo NW, pasando por la finca de don Narciso Blanco hasta llegar a los desmontes contiguos a la gran catarata del Toro Amarillo, que antes citamos. Sobre este último camino recorrido, los derrumbes y grietas en el suelo van siendo cada vez menores a medida que uno se aleja de la aldea; los terrenos de este lado tienen valles feraces, ricos en maderas de excelente calidad, y han comenzado a cultivarse, haciendo desmontes que se emplean para la siembra del maíz, luego se destinan a pastos; donde hay algunos hatos de ganado. Los pastos en esta región se conservan siempre verdes por lo cual los vecinos de Grecia han considerado los potreros del Toro Amarillo como estación veraniega para sus ganados; las aguas son abundantes y de buena calidad exceptuando unas pocas quebradas que, por tener sus cabeceras en el volcán Poás, reciben infiltraciones de sustancias desagradables tales como el ácido sulfúrico e hidrógeno sulfurado, en el llamado río Agrio.


Árbol de Cedro caído durante el terremoto de Toro Amarillo en 1911.


Por la inclinación del terreno que conduce a las llanuras del Norte, pudiera aprovecharse para diversas clases de cultivos, desde las papas y duraznos, en la región alta del sur, hasta el cultivo de caña de azúcar en los bajos del norte. A pesar de la gran cantidad de derrumbes que pasan de 60, el hecho de hallarse la mayor parte de ellos en la montaña misma, y los cultivos en los bajos, así como las casas de habitación que son todas de madera, no hubo desgracias personales y los daños en la propiedad no son considerables. A pesar de que la sacudida debió alcanzar la intensidad X, a juzgar por los destrozos hechos en los flancos de los cerros y colinas.

De los tres factores empleados para la determinación del epicentro de un terremoto, el tiempo, la dirección y la intensidad, pudimos aprovechar solamente los dos últimos. Nos bastaron, sin embargo, para determinar con una aproximación suficiente para los fines prácticos la posición del epicentro de los recientes terremotos. En San José, los sismógrafos del Observatorio y el que don J. Fidel Tristán instaló en el Colegio de Señoritas dieron la dirección de la región volcánica del Poás. En Alajuela, las personas que vimos nos dijeron que habían percibido el movimiento en la dirección N-S. En Grecia tuvimos suerte de encontrar en una tienda algunas botellas que ocupaban la posición en que habían caído. Yacían en dirección NW. En Toro Amarillo las casas destruidas cayeron o se inclinaron casi siempre en dirección NNW-SSE. Por otra parte, la intensidad de los terremotos fue mucho mayor al norte que al sur de la Cordillera Volcánica. La destrucción de las casas de madera y la formación de una multitud de grietas en el suelo son fenómenos que no se manifestaron en San pedro de Poás, según nos fue dicho.

Tampoco vimos al sur de la Cordillera derrumbes comparables en número y dimensiones a los que pudimos observar sobre la vertiente norte. Estos hechos, junto con la dirección de las grietas en el camino de Grecia a Toro Amarillo, nos inducen a creer que el epicentro de los últimos terremotos es un punto colocado a pocos kilómetros, (de 6 a 9 probablemente) al NW del volcán Poás. El centro mismo tiene poco profundidad. La debilitación considerable de la intensidad alrededor del epicentro permite hacer esta afirmación con un alto grado de seguridad. Por este carácter los últimos terremotos se parecen al del 4 de mayo de 1910, pero la intensidad de este último al epicentro fue mucho menor. La poca profundidad del centro es de buen augurio para la seguridad de las ciudades vecinas. Para que sufriesen estragos serios las ciudades de Naranjo, Grecia y San Pedro del Poás, sería necesario que en el epicentro se produzca un cataclismo tal como raras veces ha ocurrido.  


Mapa de intensidades del terremoto de Toro Amarillo del 28 de agosto de 1911 (Güendel et al., 1992).

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