sábado, 9 de febrero de 2013

El ascenso del Rincón de la Vieja en 1920



El ascenso del Rincón de la Vieja en 1920
Narración del señor Edgardo Baltodano
Revista de Costa Rica, Marzo de 1921

Vista de la laguna del volcán Rincón de la Vieja, en el verano del 2010

Antes de iniciar el relato, quisiera mencionar que el 14 de junio de 1912, el corresponsal de “El Pacífico” en Liberia, dirige a dicho periódico el siguiente telegrama: “A las 8 a.m. de hoy se levantó una espesa y negra columna de humo del cráter del Volcán Rincón de la Vieja. La columna fue en aumento dando al cielo un tinte amarillento. Don Salvador Villar le comunica a J. F. Tristán que esta erupción había sido muy violenta y que había caído ceniza en bastante cantidad, de tal modo que algunos ríos habían estado varios días con sus aguas de color lechoso.

Así inicia el relato el Sr. Baltodano: Desde que estuve por primera vez en la hacienda Guachipelín y recorrí las faldas donde nacen cuatro de los principales ríos del cantón de Liberia, pude apreciar las muchas manifestaciones con que el Rincón de la Vieja exhibe su vida tranquila y llegué a sospechar la existencia de uno o varios cráteres por donde respira cómodamente, sin causar sobresaltos a los habitantes de sus alrededores. Las hornillas y las pailas, grandes solfataras que constantemente están en ebullición, han sido siempre muy visitadas aunque nunca estudiadas científicamente, y por eso tampoco ha habido en tantos años, persona que se interesara en averiguar la existencia del cráter. A esta indiferencia se debe que no haya nada escrito interesante sobre la vida de este volcán (nota: es evidente que el señor Baltodano no conocía de los trabajos de Sapper, Seebach y Frantzius).

Después de haber visto el cráter del Poás, sentí vehemente deseo de conocer el del vecino de Liberia; pero nadie pudo darme razón de su existencia y todas mis investigaciones terminaban con saber que seguramente está al lado de Nicaragua. De este mi deseo era también partícipe don Elías Baldioceda, dueño de la hacienda antes citada, y quién varias veces intentó llegar hasta la cumbre, con la intención de ver mejor y poder hacer observaciones que le indicaran la existencia del cráter. Nunca había podido alcanzarla para pasar al otro lado, pero en su último intento, a fines de marzo, triunfó y después de recorrer algún terreno hizo dos observaciones importantísimas; 1ª) que a lo lejos y después de una altura escarpada salía gruesa columna de humo que se elevaba mucho; 2ª) que al S de esa altura y en una hondonada cubierta de bosques había una laguna de importancia.

Con estas magníficas noticias regresó entusiasmado y preparamos el viaje para el domingo 4 de abril. La hacienda Guachipelín dista de Liberia unos 30 km en dirección NE y la cumbre principal del Rincón de la Vieja está al NNE de la casa y a 12 km aproximadamente. De la casa de la hacienda salimos siete personas a caballo con ocho perros, ascendimos por la ladera del volcán cubierta de bosques y entre los ríos Colorado y Blanco, cerca de dos horas. Poco a poco la vegetación va disminuyendo hasta crecer solamente el copel, árbol que a medida que subimos más, va perdiendo tamaño hasta que encontrar los que no crecen más de medio metro, a cuyo amparo y tras una pequeña colina dejamos las bestias para seguir a pie.

Desde este punto en adelante la ascensión presenta a trechos algunas dificultades y en otra se presta para correr sobre basto desierto de tierra calcinada por el fuego de antiguas erupciones y cubierto por piedras de todo tamaño, con claras manifestaciones de haber sufrido también la acción del terrible elemento. A poco subir, sin grandes dificultades, estábamos sobre la línea divisoria de las aguas. Aquí hicimos alto para descansar y ver a lo lejos. Imposible! Hacia el W y S teníamos nuestra extensa provincia de Guanacaste envuelta en una inmensa nube de humo, producto de la inicua costumbre de arder los campos, sin más objeto que el de destruir la vegetación para alejar más y más las aguas, acabar con el humus y convertirla en un desierto despreciable. Tal, la perspectiva que tenemos, si una enérgica actitud de parte de las autoridades no corta de raíz esta criminal costumbre.

Hacia el N y E la niebla de la altura no nos dejó ver muy lejos; pero a nuestros pies nos encontramos con un valle desierto en forma de doble plano inclinado, de unos 2 km de ancho y que nos propusimos atravesar. Al alcanzar la altura opuesta pudimos ver al frente y detrás de otra escarpada cumbre, la gruesa columna de humo, que nos señalaba el cráter buscado; y a nuestra derecha (al sur), en el fondo de un valle cubierto de bosques, risueña laguna que nos atrajo y nos dirigimos a ella. Dentro del bosque y sin ver la laguna, el camino se nos hacía difícil no obstante que íbamos aprovechando un verdadero atajo de ganado, hecho indudablemente por las dantas (tapir). Poco rato después oí un grito de triunfo y al salir del bosque encontré a Baldioceda a la orilla de la laguna, tomando fresca y cristalina agua.

Esta laguna tiene cerca de 400 m de longitud por 150 m de ancho con playa pedregosa en parte y cenagosa en otras. No tiene desagüe y la alimenta un pequeño riachuelo. Por todas sus orillas encontramos huellas de tapir y las únicas aves que allí vimos fueron dos pequeñas tijeretas parecidas a las marinas y palomas collarejas.

Almorzamos allí y luego, viendo hacia el N observamos de nuevo la gruesa columna de humo que debía guiarnos hacia otro descubrimiento. Comenzamos a ascender por la ladera cubierta de bosques hasta salir nuevamente al terreno desierto donde no hay vegetación ni señal alguna de que en otros tiempos la hubiera. De la meseta antes descrita nos encaminamos por un lomo de burro muy angosto, con pendiente de 10%, por donde gente y perros marchábamos en perfecta formación. Indudablemente la marcha es estas condiciones infundía respeto porque los perros dejaban oír, al caminar con el rabo entre las piernas, un llanto lastimero.

Las piedras que se desprendían de esta altura a nuestro paso, rodaban adquiriendo gran rapidez hasta perderse con estruendo en el abismo a nuestra diestra y siniestra. Después de caminar en esta forma unos 25 minutos llegamos a un nudo de donde se desprenden dos cordones en forma de tenaza y que bordean el cráter y cuyos extremos, descendiendo poco a poco, llegan a confundirse con la misma orilla del gran hueco. Tras ligero momento de duda nos encaminamos por el de la derecha, descendiendo en la misma forma que habíamos subido, hasta llegar al borde mismo.

Este cráter tiene muchas semejanzas con el del Poás en menores dimensiones. Es un perfecto cilindro de 500 m de diámetro aproximadamente; su profundidad, muy difícil de  calcular a simple vista, la estimo en 100 m. Por lo perpendicular de las paredes juzgo la laguna del fondo tan ancha y redonda como la boca superior. Durante mucho tiempo estuvimos deseosos de ver que había en el fondo porque la columna de vapores nos lo impedía. De pronto, su constante jugueteo, nos dejó ver un segmento por donde apreciamos una capa de agua, al parecer pura, en cuyo fondo se mueve un barro plomizo con corrientes amarillas que cambian del color pálido al encendido. No fue posible ver otra sección del fondo y mientras esperábamos, una ráfaga de viento nos echo encima parte de la columna, terrible vapor que nos produjo picazón en la cara y manos, fuerte lagrimeo en los ojos con tos incesante. Los perros aullaron, corrimos y nos alejamos de allí fuertemente impresionados, satisfechos, aunque lamentando no haber tenido la indispensable Kodak y barómetro para calcular alturas.

Aunque en las faldas del Rincón de la Vieja abundan los azufrares, en la cumbre y en los alrededores del cráter, el azufre es muy escaso.

J. F Tristán agrega: Para amar bien la Patria es necesario conocerla en sus menores detalles. Hay grandes porciones del territorio que no conocemos o apenas si tenemos de ellas noticias muy vagas. Resalta a primera vista de los apuntes anteriores una falta de unidad en las líneas generales, y varias contradicciones y errores. Las más recientes publicaciones nos trasladan siempre a una época lejana ya que llega casi al límite de la segunda mitad del siglo XIX. Von Seebach visitó el cráter por primera vez en 1865 y los señores Baldioceda y Baltodano en 1920, 55 años de diferencia, ¡más de medio siglo! Se siente tristeza al considerar que nosotros los costarricenses amemos tan poco la Patria desconociéndola en sus menores detalles. Atribuyo esta indiferencia a la falta de una buena orientación científica en nuestra juventud. El estudio de la Flora y Fauna no han penetrado aún en las faldas de este Volcán; los indicios arqueológicos nos son desconocidos, ¡y ni aun referencias geológicas tememos! Lástima que nuestra juventud no tome más interés en estos asuntos.

San José, enero de 1921

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2 comentarios:

A las 9 de febrero de 2013, 10:00 , Blogger Allan López ha dicho...

Bonita lectura para un sábado en la mañana !!
FELIZ FIN DE SEMANA !!!!

 
A las 11 de febrero de 2013, 9:32 , Blogger Sergio ha dicho...

Muy Bueno Waldo.

 

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