El ascenso del Rincón de la Vieja en 1920
El ascenso del Rincón de la Vieja en 1920
Narración del señor Edgardo Baltodano
Revista de Costa Rica, Marzo de 1921
Vista de la laguna del volcán Rincón de la Vieja, en el verano del 2010 |
Antes de iniciar el relato, quisiera
mencionar que el 14 de junio de 1912, el corresponsal de “El Pacífico” en
Liberia, dirige a dicho periódico el siguiente telegrama: “A las 8 a.m. de hoy se
levantó una espesa y negra columna de humo del cráter del Volcán Rincón de la
Vieja. La columna fue en aumento dando al cielo un tinte amarillento. Don
Salvador Villar le comunica a J. F. Tristán que esta erupción había sido muy
violenta y que había caído ceniza en bastante cantidad, de tal modo que algunos
ríos habían estado varios días con sus aguas de color lechoso.
Así inicia el relato el Sr. Baltodano:
Desde que estuve por primera vez en la hacienda Guachipelín y recorrí las
faldas donde nacen cuatro de los principales ríos del cantón de Liberia, pude
apreciar las muchas manifestaciones con que el Rincón de la Vieja exhibe su
vida tranquila y llegué a sospechar la existencia de uno o varios cráteres por
donde respira cómodamente, sin causar sobresaltos a los habitantes de sus
alrededores. Las hornillas y las pailas, grandes solfataras que constantemente
están en ebullición, han sido siempre muy visitadas aunque nunca estudiadas
científicamente, y por eso tampoco ha habido en tantos años, persona que se
interesara en averiguar la existencia del cráter. A esta indiferencia se debe
que no haya nada escrito interesante sobre la vida de este volcán (nota: es
evidente que el señor Baltodano no conocía de los trabajos de Sapper, Seebach y
Frantzius).
Después de haber visto el cráter del
Poás, sentí vehemente deseo de conocer el del vecino de Liberia; pero nadie
pudo darme razón de su existencia y todas mis investigaciones terminaban con
saber que seguramente está al lado de Nicaragua. De este mi deseo era también
partícipe don Elías Baldioceda, dueño de la hacienda antes citada, y quién
varias veces intentó llegar hasta la cumbre, con la intención de ver mejor y
poder hacer observaciones que le indicaran la existencia del cráter. Nunca
había podido alcanzarla para pasar al otro lado, pero en su último intento, a
fines de marzo, triunfó y después de recorrer algún terreno hizo dos
observaciones importantísimas; 1ª) que a lo lejos y después de una altura
escarpada salía gruesa columna de humo que se elevaba mucho; 2ª) que al S de
esa altura y en una hondonada cubierta de bosques había una laguna de
importancia.
Con estas magníficas noticias regresó entusiasmado
y preparamos el viaje para el domingo 4 de abril. La hacienda Guachipelín dista
de Liberia unos 30 km en dirección NE y la cumbre principal del Rincón de la
Vieja está al NNE de la casa y a 12 km aproximadamente. De la casa de la
hacienda salimos siete personas a caballo con ocho perros, ascendimos por la
ladera del volcán cubierta de bosques y entre los ríos Colorado y Blanco, cerca
de dos horas. Poco a poco la vegetación va disminuyendo hasta crecer solamente
el copel, árbol que a medida que subimos más, va perdiendo tamaño hasta que
encontrar los que no crecen más de medio metro, a cuyo amparo y tras una
pequeña colina dejamos las bestias para seguir a pie.
Desde este punto en adelante la
ascensión presenta a trechos algunas dificultades y en otra se presta para
correr sobre basto desierto de tierra calcinada por el fuego de antiguas
erupciones y cubierto por piedras de todo tamaño, con claras manifestaciones de
haber sufrido también la acción del terrible elemento. A poco subir, sin
grandes dificultades, estábamos sobre la línea divisoria de las aguas. Aquí
hicimos alto para descansar y ver a lo lejos. Imposible! Hacia el W y S
teníamos nuestra extensa provincia de Guanacaste envuelta en una inmensa nube
de humo, producto de la inicua costumbre de arder los campos, sin más objeto
que el de destruir la vegetación para alejar más y más las aguas, acabar con el
humus y convertirla en un desierto despreciable. Tal, la perspectiva que
tenemos, si una enérgica actitud de parte de las autoridades no corta de raíz
esta criminal costumbre.
Hacia el N y E la niebla de la altura no
nos dejó ver muy lejos; pero a nuestros pies nos encontramos con un valle
desierto en forma de doble plano inclinado, de unos 2 km de ancho y que nos
propusimos atravesar. Al alcanzar la altura opuesta pudimos ver al frente y
detrás de otra escarpada cumbre, la gruesa columna de humo, que nos señalaba el
cráter buscado; y a nuestra derecha (al sur), en el fondo de un valle cubierto
de bosques, risueña laguna que nos atrajo y nos dirigimos a ella. Dentro del
bosque y sin ver la laguna, el camino se nos hacía difícil no obstante que íbamos
aprovechando un verdadero atajo de ganado, hecho indudablemente por las dantas
(tapir). Poco rato después oí un grito de triunfo y al salir del bosque
encontré a Baldioceda a la orilla de la laguna, tomando fresca y cristalina
agua.
Esta laguna tiene cerca de 400 m de
longitud por 150 m de ancho con playa pedregosa en parte y cenagosa en otras.
No tiene desagüe y la alimenta un pequeño riachuelo. Por todas sus orillas encontramos
huellas de tapir y las únicas aves que allí vimos fueron dos pequeñas tijeretas
parecidas a las marinas y palomas collarejas.
Almorzamos allí y luego, viendo hacia el
N observamos de nuevo la gruesa columna de humo que debía guiarnos hacia otro
descubrimiento. Comenzamos a ascender por la ladera cubierta de bosques hasta
salir nuevamente al terreno desierto donde no hay vegetación ni señal alguna de
que en otros tiempos la hubiera. De la meseta antes descrita nos encaminamos
por un lomo de burro muy angosto, con pendiente de 10%, por donde gente y perros
marchábamos en perfecta formación. Indudablemente la marcha es estas
condiciones infundía respeto porque los perros dejaban oír, al caminar con el
rabo entre las piernas, un llanto lastimero.
Las piedras que se desprendían de esta
altura a nuestro paso, rodaban adquiriendo gran rapidez hasta perderse con
estruendo en el abismo a nuestra diestra y siniestra. Después de caminar en
esta forma unos 25 minutos llegamos a un nudo de donde se desprenden dos
cordones en forma de tenaza y que bordean el cráter y cuyos extremos,
descendiendo poco a poco, llegan a confundirse con la misma orilla del gran
hueco. Tras ligero momento de duda nos encaminamos por el de la derecha,
descendiendo en la misma forma que habíamos subido, hasta llegar al borde
mismo.
Este cráter tiene muchas semejanzas con
el del Poás en menores dimensiones. Es un perfecto cilindro de 500 m de
diámetro aproximadamente; su profundidad, muy difícil de calcular a simple vista, la estimo en 100 m.
Por lo perpendicular de las paredes juzgo la laguna del fondo tan ancha y
redonda como la boca superior. Durante mucho tiempo estuvimos deseosos de ver
que había en el fondo porque la columna de vapores nos lo impedía. De pronto,
su constante jugueteo, nos dejó ver un segmento por donde apreciamos una capa
de agua, al parecer pura, en cuyo fondo se mueve un barro plomizo con
corrientes amarillas que cambian del color pálido al encendido. No fue posible
ver otra sección del fondo y mientras esperábamos, una ráfaga de viento nos
echo encima parte de la columna, terrible vapor que nos produjo picazón en la
cara y manos, fuerte lagrimeo en los ojos con tos incesante. Los perros
aullaron, corrimos y nos alejamos de allí fuertemente impresionados, satisfechos,
aunque lamentando no haber tenido la indispensable Kodak y barómetro para
calcular alturas.
Aunque en las faldas del Rincón de la
Vieja abundan los azufrares, en la cumbre y en los alrededores del cráter, el
azufre es muy escaso.
J. F Tristán agrega: Para amar bien la
Patria es necesario conocerla en sus menores detalles. Hay grandes porciones
del territorio que no conocemos o apenas si tenemos de ellas noticias muy
vagas. Resalta a primera vista de los apuntes anteriores una falta de unidad en
las líneas generales, y varias contradicciones y errores. Las más recientes
publicaciones nos trasladan siempre a una época lejana ya que llega casi al
límite de la segunda mitad del siglo XIX. Von Seebach visitó el cráter por
primera vez en 1865 y los señores Baldioceda y Baltodano en 1920, 55 años de
diferencia, ¡más de medio siglo! Se siente tristeza al considerar que nosotros
los costarricenses amemos tan poco la Patria desconociéndola en sus menores
detalles. Atribuyo esta indiferencia a la falta de una buena orientación
científica en nuestra juventud. El estudio de la Flora y Fauna no han penetrado
aún en las faldas de este Volcán; los indicios arqueológicos nos son
desconocidos, ¡y ni aun referencias geológicas tememos! Lástima que nuestra
juventud no tome más interés en estos asuntos.
San José, enero de 1921
Etiquetas: Edgardo Baltodano, Elías Baldioceda, Rincón de la Vieja en 1920
2 comentarios:
Bonita lectura para un sábado en la mañana !!
FELIZ FIN DE SEMANA !!!!
Muy Bueno Waldo.
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