Costa Rica, País de Volcanes y Temblores de Tierra
Costa Rica
País de Volcanes y Temblores de Tierra
Por Paul Serre del Sagués
(Traducido del francés por Ricardo Fernández
Guardia)
Revista de Costa Rica, octubre de 1920
El observatorio sismológico de Costa
Rica, país eminentemente volcánico está situado en el centro de la capital, San
José (ciudad de 40 000 almas asentada entre dos altas montañas en la meseta
central, a una altura de 1 169 metros) y en las dependencias del Museo
Nacional; es decir en un lugar mal escogido en que el subsuelo arcilloso y
húmedo trasmite con demasiada facilidad las trepidaciones de las carretas y
sobre todo las de la bomba de incendio, inmensa y pesada máquina automóvil que
hace aquí más ruido que labor. Dicho sea de paso, se habla de trasladar este
observatorio a un sitio aislado en que el suelo traquítico es más resistente.
El modesto establecimiento de que se
trata ha sido puesto bajo la dirección de Don Anastasio Alfaro, Director del
Museo Nacional, y la dirección efectiva de un técnico (ingeniero electricista)
llamado don Rafael Tristán, el cual ha hecho sus estudios en los Estados
Unidos.
Además de estos profesores, citaremos
entre los sabios locales aficionados al volcanismo y a los estudios
sismológicos, al profesor Don J. Fidel Tristán, el amable y competente Director
del Colegio de Señoritas de San José a Don Cleto González Víquez, ex presidente
de la República; a Mr. Gustave Michaud, químico del laboratorio de la Aduana; a
Mr. Jean Rudín, antiguo profesor del Liceo de Costa Rico (ambos de nacionalidad
suiza) por último al profesor don Elías Leiva del Colegio de Cartago.
Una sociedad de estudios sismológicos,
fundada en 1911, duró lo que duran …..los temblores de tierra! Pero, lo mismo
que estos, reaparecerá algún día.
El observatorio de san José dispone
actualmente de los siguientes instrumentos:
-
Un
sismógrafo Ewing y un sismómetro Duplex (importados de Inglaterra) que están en
servicio desde hace 24 años y convendría reemplazar por instrumentos más
modernos.
-
Dos
péndulos de tres hilos (trifiliares) construidos en Costa Rica.
-
Un
registrador de temblores de tierra con péndulos para período lento, periodo rápido,
y trepidaciones (construido en Costa Rica).
-
Un
sismóscopo del modelo Stiattesi (italiano) construido en el país.
-
La
escala de intensidad usada en Costa Rica es la de Rossi-Forel.
El Observatorio de San José se encuentra
colocado entre dos volcánes: el Irazú (3414 metros) situado a veintidós kilómetros
al Nordeste, pero que a vuelo de pájaro parece estar mucho más cerca, volcán
que se ha vuelto a arrojar, desde hace tres años solamente, humo y cenizas
cáusticas que caen sobre los pastos y envenenan el ganado, y el Poás (antiguo
volcán que ha quedado reducido a la categoría de geyser gigantesco) situado a
una altura de 2678 metros y a veitiocho kilómetros al Noroeste, adormecido
desde algún tiempo.
El 25 de enero de 1910, ese geyser cuya
boca tiene cerca de un kilómetro de diámetro en la parte superior y 800 pies de
profundidad, lanzó a 13000 pies de altura una nube de cenizas, piedras y vapor
de agua de varios kilómetros de diámetro, o sea, según se asegura, 800000
metros cúbicos de cenizas, con un peso de 640000 toneladas. Puede imaginarse la
inmensidad de las cavernas cavadas de este modo en el interior de la Tierra.
Al Este del Irazú y aparentemente sobre
la misma falla terrestre, se encuentra el volcán Turrialba (3442 metros), del
cual, entre otros geólogos, el doctor francés Roche de la Tour hizo la
ascensión y que posee dos cráteres gemelos, siendo así que al este del Poás se
ve el volcán apagado de Barba (3398 metros).
Los picos de la Cordillera de Talamanca
(en la vertiente del Atlántico), entre otros el Chiriipó (3800 metros), son asimismo
volcanes apagados.
En la Cordillera del Guanacaste (vertiente
del Pacífico) existen varios volcanes: el Rincón de la Vieja; el Miravalles, el
Tenorio y el Orosí (5145 pies). Tan solo el primero muestra actividad.
El foco de los sismos registrados en San
José es siempre muy profundo (10 kilómetros por lo menos), o si no, muy lejano.
Se ha notado que los estremecimientos de la Tierra son aquí más frecuentes en
marzo y diciembre. En 1913 se contaron hasta 25 en la misma noche, lo que
indudablemente es muy a propósito para turbar el sueño de las gentes y hasta el
de los animales. En estas épocas del año, especialmente en el tiempo de la luna
nueva, los temblores deben ser producidos por corrientes telúricas que pasan de
una masa metálica subterránea a otra masa metálica; pero se cree que en tiempos
ordinarios, los terrenos, derrumbamientos internos que producen retumbos que se
perciben muy bien en la superficie de la Tierra; y también, según la teoría que
sostuve en Java, por el paso súbito de masas de gas acumuladas con presión de
varios millares de atmósferas y recalentadas, desde una inmensa caverna subterránea
cavada por las aguas o la fuerza expulsiva de los volcanes y situada a varios
kilómetros de profundidad, a otra caverna, poco lejana, y después del
derrumbamiento de los tabiques, lo cual produciría igualmente ruidos en el
subsuelo.
De otra parte puede suceder que una leve
corriente telúrica o un ligero deslizamiento en el macizo del Poás, desencadene
en el acto el macizo del Irazú, situado a unos cincuenta kilómetros al Este,
fenómenos idénticos, pero mucho más violentos, y viceversa.
En la meseta central de Costa Rica ha
habido terremotos catastróficos en 1680, 1689, 1756, 1822, 1841, 1888 y 1910;
es decir, en épocas en que los volcanes no estaban en actividad, siendo así que
en épocas de gran actividad del Irazú (1723) y del Turrialba (1864) los
temblores fueron insignificantes, lo que tendería a probar que los volcanes son
realmente las válvulas de seguridad de la Tierra.
Los movimientos de la corteza terrestre
son en Costa Rica generalmente horizontales (ondulatorios), pero algunos son
verticales y, por lo consiguiente, particularmente desagradables. Los
movimientos rotatorios, lo más peligrosos, son bastante raros. Resultan de la
simultaneidad de los horizontales y verticales combinados.
En 1910 el 4 de mayo, la pequeña ciudad
de Cartago (la antigua capital española), construida sobre un estribo de
aluvión del Irazú, a 13 kilómetros al Sur del volcán, y que ya había sido
destruida en 1841, fue completamente arrasada por temblores violentos y
repetidos, los más fuertes que se han experimentado en Costa Rica. Se contaron
en ese distrito cerca de mil víctimas aplastadas o asfixiadas. La ciudad de que
se tarta esta ahora enteramente reconstruida.
La noche del 4 de mayo de 1910, en el
momento que tuvo lugar la más terrible sacudida, un brillante meteoro cruzó el
cenit de Este a Oeste; pero creo que esto no debe verse más que una
coincidencia y no la causa inicial del fenómeno terrestre.
En 1910 se comprobaron en Costa Rica,
más de 500 temblores de tierra (188 en mayo) y sus vecinos de San José, en
donde las casas de adobes son todavía numerosos, tuvieron que resignarse a
vivir acampados durante varios meses en condiciones higiénicas detestables y en
la época de las grandes lluvias, en los jardines y paseos públicos. De otro
lado es mucha dicha que la temperatura se mantenga aquí entre 20 y 28 grados
centígrados.
En realidad los habitantes de San José
parecen estar tan expuestos a una catástrofe sísmica como los de San Francisco,
Valparaíso, Lima, mesina y aún los de San Pedro (Martinica), ciudad que renace
como el Fénix de sus cenizas, a menos de nueve kilómetros del cráter del Mont
Pelé, como pudimos comprobarlo de visu
en 1918.
¿No sucede a veces que volvemos “at home”
con el sombrero blando salpicado de cenizas del Irazú, traídas sobre la capital
por los vientos del nordeste, y que respiramos, hasta dentro de nuestra
residencia, el olor de los vapores sulfurosos emanados de la boca pútrida de
ese volcán?
Más para hablar como Frade d´ Eglantine:
“Un peligro previsto ya no es tan peligroso”. Las cenizas volcánicas en Costa
Rica contienen sílice, azufre, ácido sulfúrico, anhídrido sulfuroso, sulfatos
férreos, y aluminio, vidrio volcánico, cristales deshechos de feldespato,
magnetita y augita, piritas, cal, a veces yeso y un poco de sal marina.
Después de haber visitado algunos nuevos
volcanes, entre otros La Soufriére en
la isla Guadalupe, el Mont Pelé en la Martinica, y el Poás en Costa Rica, no
creemos tener nada que cambiar a lo que escribimos hace quince años, después de
haber visitado diez grandes cráteres de Java; a saer, que el volcán debe ser
sencillamente un furúnculo local de la Tierra, causado por la ignición
accidental y de naturaleza química de enormes bancos subterráneos de sulfuros y
azufre bruto, producto que arde, como se sabe, sin mucho oxígeno. No hay volcán
si azufre, esto es un hecho, y no hay fuego interno sin vapor de agua, el cual
forma la mayor parte de los humos volcánicos y mantiene bajo presión la caldera
terrestre. Podrá objetarse que en el interior de la tierra hay azufre en todas
partes. Esto solo sería una hipótesis más, por otra parte muy difícil de
probar.
Todavía no creemos en el fuego central y
en las chimeneas de 50000 metros de largo, que solo impresionan en los gráficos
colgados en las paredes de las ecuelas. Antes bien nos acogeríamos a la teoría
de un núcleo metálico. Sin embargo, si el interior de la Tierra, estuviese
constituido aún, bajo el efecto de una enorme presión por una masa patosa, el
espesor de la corteza terrestre, pasa ciertamente y con mucho de 50 kilómetros;
sería de mil kilómetros (cerca de una sexta parte del radio) según Mr. Roche,
un nombre predestinado.
Y en esta corteza resistente es donde se
encontrarían, a nuestro parecer, los focos de los 350 volcanes que están actualmente
en actividad sobre nuestro planeta terráqueo.
¡Sirva esto para tranquilizar un poco a
nuestros timoratos!
Etiquetas: 1920, Costa Rica, País de Volcanes y Temblores de Tierra, Paul Serre del Sagués
1 comentarios:
Muchas gracias, después de tanto tiempo me asombro de la realidad en la que estamos, nos queda prepararnos para cualquier incidente.
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