domingo, 13 de enero de 2013

Erupción del volcán Irazú del 16 de febrero de 1723




La erupción del Volcán Irazú del 16 de febrero de 1723.

Joaquín Bernardo Calvo
Apuntamientos geográficos, estadísticos é históricos compilados y arreglados. Administración Soto. Imprenta Nacional, 1886.

Un hecho extraordinario tuvo lugar en el ano de 1723, de que el señor de la Haya dejó una relación sucinta. Tal fue la erupción del volcán de Irazú, llamado entonces del Reventado.

A las 3 de la tarde del martes 16 de febrero se vio sobre su cima una especie de plumaje, que al principio se creyó una gran nube; pero que pronto se reconoció ser una columna de humo espeso que arrojaba el volcán y que las corrientes de los vientos hacían caminar en la dirección de Curridabat y Barba.

A las 5 se oyeron fuertes truenos o retumbos del mismo volcán y continuaron cada media  hora causando la intranquilidad general.

El humo continuo saliendo en gran cantidad; mantenía a oscuras las inmediaciones y expedía un olor a azufre. Así continuó y a las 4 de la mañana del día siguiente, hubo un retumbo mayor que los anteriores, y poco después aparecieron llamaradas en el cráter. Los truenos continuaron con menor ruido, pero más frecuentemente.

Aparecieron después unos bancos de arena en la cima del cerro, formando una loma, y cuando esto observaban, al propio tiempo que sentían estupendos truenos y fuertes tranquidos, se vio a las 3 de la tarde que subía por entre el humo un arco de una vara de diámetro y de unas dos pulgadas de grueso, semejante a copos de algodón o de nieve, tal era su blancura. Siguió elevándose rectamente sobre el humo y tornando su figura en la de
una palma, quedó suspense por algunos minutos, dio unas vueltas, volvió a tomar la forma primitiva y se elevó hasta desaparecer.

En la mañana del 19 se vio entre la humareda otro arco como el anterior y sin cambiar de forma, fue elevándose hasta que se deshizo totalmente. En la noche se sintió un ruido sordo y subterráneo, como el que producen grandes corrientes de agua. El volcán arrojaba llamas, y de rato en rato bolas de fuego con más frecuencia que anteriormente. A las 4 de la mañana del 20 hubo un sacudimiento y a las 6 un retumbo que hizo estremecer las casas.
Continuaron los retumbos de hora en hora y a las doce del día se sintió un nuevo sacudimiento. En la noche se oyó un gran ruido en el volcán, como de llamas contenidas y de rato en rato disparaba bolas de fuego. A la una se sintió otro movimiento más intenso que los anteriores y otro a las cinco de la mañana del 21.

A las diez de la noche de este día arrojó muchos cuerpos semejantes al carbón encendido y después se cubrió de niebla. Al siguiente día amanecieron la ciudad y los campos cubiertos de ceniza. Hasta el 27 se repitieron con más o menos exactitud los mismos fenómenos. El 28 se vieron muchos remolinos de ceniza que parecía se lanzaban sobre la ciudad; entre tanto el volcán continuaba en movimiento, si bien con algunas alternativas de calma.

La inquietud que causaron los frecuentes terremotos; los ruidos subterráneos, el fuego, las arenas y cenizas del volcán, puso tanto espanto en los habitantes, que sólo se ocuparon en rogativas, misas y rosarios, y no salían de los templos cuando creían que el peligro aumentaba. Se decía que durante los actos religiosos que tributaba el pueblo a los santos, las erupciones eran menos fuertes; y por esta raz6n cada día se sacaba una imagen en procesión por la ciudad, con acompañamiento de las autoridades y de todos los vecinos.

Trajeron desde Ujarraz la milagrosa Virgen a quién le  atribuían la derrota sufrida por los invasores de 1666. El Gobernador de la Haya, en persona, con una guardia de 100 hombres, salió a encontrarla y le tributó cuantos honores le fue posible; pero el volcán continuo su erupción, sin que la aplacase el fervor religioso de los habitantes de sus faldas.

Se había hecho circular como una profecía infalible, que el 25 de marzo sería el gran cataclismo. Ese día todos los vecinos agrupados en los templos pedían misericordia, llenos de terror; pero entonces, precisamente, fue cuando el volcán a tuvo más tranquilo é inofensivo. La profecía se fundaba en que en aquel año el Jueves Santo era el 25 de marzo, Io cual entonces y aun hoy, es bien temido por la superstición que existe en países católicos, de que es precursora de graves males la unión, en ese mismo día, de la Encarnación y el Jueves Santo.

Los movimientos de tierra, así como los otros fenómenos, no faltaron hasta diciembre del mismo año, notándose variaciones conforme a los movimientos de luna. Las casas sufrieron muchos deterioros, la ciudad quedó casi arruinada y como es natural, en mayor pobreza.

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