Sensacionales Experiencias de la Expedición a la cima del volcán Arenal en 1950
DIARIO COSTA RICA, jueves 2 de noviembre de 1950
Sensacionales Experiencias de la Expedición de “Diario
de Costa Rica” en las Cumbres del Arenal
El Redactor Viajero de este Diario, J.
Luis Castro Rodríguez, que en compañía de otros expedicionarios realizó
felizmente la exploración de la cima del Volcán Arenal, Inicia un relato de esa
hazaña, en la forma siguiente:
HISTORIA DEL ARENAL
Baltasar Quesada, Marcial Jarquín y
Porfirio Rojas, con otros hombres, de los primeros que vivieron en lo que es
hoy el caserío de La Fortuna de San Carlos intentaron infructuosamente el
ascenso al cónico Cerro de Arenal, llamado también cerro de los Guatusos y
Cerro Pan de Azúcar. Para ascender, tomando por los canjilones de arena, en las
faldas del lado Este y Sur Este y llegaron a un punto en donde la verticalidad
hace imposible la subida. Del lado de Guanacaste ocurrió lo mismo: nadie pudo
subir a lo más alto porque las faldas Oeste y Sur Oeste ofrecen las mismas
dificultades. En la actualidad, esos “canjilones” de arena se han hecho más
anchos y más profundos y otros nuevos derrumbes se han formado, no solo por la
acción de las lluvias sino también por los últimos movimientos de la tierra.
Por esos lados es absolutamente imposible el acceso a la mole montañosa.
EN BUSCA DE UNA LLEGADA
Alberto y Guillermo Quesada, Ricardo
Quirós y otras personas, iniciaron el ascenso por el único lado por donde hay
vegetación desde la base hasta la cima. Descubrieron la Laguna Clara, en las
faldas del Arenal, en una de sus “piernas”, subieron un poco más y regresaron.
Habían constatado que por ese lado no había derrumbes y que se podía escalar el
cerro.
PRIMERA EXPEDICIÓN
Tuvo conocimiento de eso Don Rodolfo
Quirós Quirós y organizó una expedición, por su propia cuenta, la que se
efectuó en febrero de 1937, hace más de trece años. Los expedicionarios
salieron un domingo de la ciudad de Naranjo, en camión hasta Zarcero pues la
carretera aun no llegaba a San Carlos. Llegaron a caballo a Florencia, por el
camino viejo de La Vieja y al día siguiente salieron hasta la finca de don
Porfirio Rojas que es hoy de don Higinio Vargas. El martes llegaron a La Palma
y el miércoles iniciaron el ascenso. Tuvieron muchas dificultades y
descubrieron desde la altura otra laguna, la Laguna Verde que queda hoy en la
finca de Juan Peñaranda, en ese entonces no había más finca que la del señor
Quesada.
No había carretera hasta Florencia como
hoy, ni puente sobre el Río San Carlos, ni camino hasta La Fortuna. Siguieron
por la picada abierta por Marcial Jarquín en la montaña y en el cerro se
sirvieron de la que hicieron una año antes los señores Quesada continuando el
ascenso hasta darle feliz remate, a las tres de la tarde. Se había descubierto
que el Cerro Arenal era VOLCAN por tener activas fumarolas. Se dejó dentro de
una botella un documento con siete firmas: Rodolfo Quirós Quirós, Ricardo
Quirós Rodríguez, Alberto Quesada Rodríguez, Gustavo Quesada Rodríguez, Elías
Kooper, Bercerlio Castro y Luis Casto Rodríguez. Eso ocurrió el 24 de febrero
de 1937. DIARIO DE COSTA RICA dio cuenta de la feliz hazaña y en el ejemplar
del 13 de marzo de 1937 se publicaron ocho fotografías en primera página y un
artículo en el que nuestro representante lanza una apuesta de mil colones y un
reto a los que intentaron desmentir el buen éxito de esa exploración.
LLEGA EL PADRE QUESADA
Un año después, el Presbítero Delfín
Quesada, entonces Cura de San Carlos, bendijo con su presencia la cumbre del
Volcán y después de su ascenso, ya los vecinos de esas regiones, incrédulos
como Santo Tomás, empezaron a creer en que era posible llegar hasta la cima.
Acompañaron al Padre los señores Alberto Quesada (2° vez), Ismael Garro, Elías
Kooper (2° vez), Sebastián Rojas y Rafael A. Rodríguez. Encontraron en la
cumbre la botella con el documento e acta de la primera exploración y a ella
agregaron sus firmas. Había también un ejemplar de DIARIO DE COSTA RICA. Al
hacer esta publicación el Redactor Viajero de DIARIO DE COSTA RICA desea instar
al Presbítero Quesada y a todos los expedicionarios que se citan en esta
crónica que ratifiquen por medio de cartas dirigidas a este periódico lo que
aquí se narra, todo ajustado a la verdad como es norma de DIARIO DE COSTA RICA.
UN PRINCIPE ALEMÁN SUBE
Algunos meses después ascendieron el
Principe Federico Ernesto de Sajonia acompañado de Alberto Quesada (3° vez) y
Lubín Núñez. Fueron los primeros en dormir en la cumbre. El geólogo alemán,
tomó muy interesantes detalles que no se conocen por lo que se piensa indagar,
por medio de las autoridades aliadas de ocupación, si existe dicho volcanólogo
y si publicó en Alemania el estudio del Arenal que dicho experto calificó como
el más interesante de Costa Rica. Los miembros de esta tercera expedición
agregaron sus firmas a las del documento dejado en la altura.
CUARTA EXPEDICIÓN
Los licenciados Francisco Luis Fernández
y Ricardo Ruiz y los señores Manuel Ángel Herrera, Paúl Solera y Ricardo Quirós
(2° vez), efectuaron el último viaje a la cumbre del volcán y desde hace más de
diez años no se había vuelto a ascender. La primera expedición era naranjeña,
sancarleña la segunda, alemana la tercera y alajuelense la cuarta.
DIARIO DE COSTA RICA, PADRE DEL VOLCÁN
DIARIO DE COSTA RICA patrocinó la
primera expedición y fue el promotor de esta quinta. Pero de esta vez se han
tomado datos que darán base a un estudio científico documentado y se podrá
saber cómo es cierto: 1) Que el Arenal es un volcán en estado solfatariano y 2)
que su relativamente poca actividad no tiene relación alguna con los temblores
que se iniciaron desde el 5 de octubre.
El sábado 21, decidió la Dirección de
DIARIO DE COSTA RICA que debía efectuarse una expedición a la cumbre del
Arenal. Me proveyó el Diario de una cámara fotográfica y de una pistola para
señales luminosas y ese día salí para Naranjo. El domingo 22 obtuve la
valiosísima cooperación del doctor Edgar Montero, Fernando Montero y Ricardo
Quirós quienes saldrían el día siguiente. Dichos señores son propietarios de
valiosas fincas de ganado en La Fortuna. Como peón contratamos los servicios de
Alejandro Morales. El lunes 23 salimos, nos detuvimos en Villa Quesada para
tomar datos que fueron comunicados radiográficamente y ese mismo día salimos
para Florencia. El tiempo estaba malísimo. En la zona de San Carlos hubo
veranillo durante los temporales de la meseta central, pero ese mismo día
comenzó a llover copiosamente y nadie nos aconsejaba, no solo intentar el
ascenso, sino hacer el viaje hasta La Fortuna (de ocho a diez horas a caballo).
Don Carlos Maroto nos alquiló muy buenas bestias en Florencia y el martes 24
salimos hacia Santa Clara, desde donde envié mi último mensaje pues hasta ahí
llega el telégrafo. Hubo que cruzar por propiedades particulares pues el camino
en algunos trechos está más hondo que los ríos que hubo que vadear: Ron Ron, La
Vieja, Peñas Blancas, Habana, La Fortuna y Burío.
De Santa Clara sigue Javillos donde está
el hermoso puente sobre el caudaloso Río San Carlos, obra de la Administración
Cortés. Luego el caserío de Peñas Blancas y continuamos a la orilla de ese río,
hacia abajo, durante tres cuartos de hora hasta llegar al paso que queda en la
confluencia de de este con el Río Chachagua. Por dicha no estaba muy crecido y
el agua apenas nos llegó a las rodillas. A poca distancia cruzamos el Río
Burro, en donde se junta con el Cachagüita (léase Chachagüita). Todavía quedan
huellas en el Peñas Blancas de las presas que ha arrastrado, en los sedimentos
lodosos. Estas presas se deben a los derrumbes causados por los temblores.
HACIA LA FORTUNA
El camino de Río Burro a La Fortuna, es
un lodazal en el que fácilmente pueden ahogarse las bestias, con profundidades
de más de un metro. Ojala sea posible que el Ministerio de Obras Públicas
convierta lo que es hoy una trocha para carretera, en camino nivelado con tractor,
en el próximo verano. Si esto es ahora que están comenzando los temporales del
Atlántico, ¿Cómo estarán esos caminos al final del año?.
Veinte colones por quintal es el flete
que cobran los carreteros, suma que crecerá hasta que sea del todo imposible
pasar en carreta. A las cuatro de la tarde llegamos a La Fortuna. En Florencia
se nos había unido don Enrique Rodríguez Rojas quien tiene una finca en
Platanar; en La Fortuna se agregaron a la expedición el valeroso joven Leonel
Hidalgo, quien iba bien provisto de todo lo necesario inclusive lo
indispensable para librase de los efectos de mordeduras de serpientes y Rafael
Cruz, quien fue el hombre de la delantera, encargado de ir abriendo paso entre
la maraña tupida de la selva. Fuimos a la finca La Anita, propiedad de Ricardo
Quirós y cambiamos las bestias habiéndonos obsequiado buena cantidad de huevos,
queso, medicinas y otras provisiones.
A las siete de la noche salimos para La
Palma adonde llegamos a las nueve. Don Alberto Quesada y su familia se levantaron
a atendernos y ahí pasamos la noche. Los hermanos Montero se habían ido a su
finca que queda contiguo a la del señor Quesada. Sea esta la ocasión de
mencionar el valioso aporte de su compañía. El doctor Montero es profesor en la
Universidad Nacional y cargó, como todos los demás, sus “salveques” haciéndose
cargo de la pistola de señales en unión del señor Enrique Rodríguez, artillero
de la expedición y decidido como pocos. Fernando Montero ayudó muchísimo y a él
se debe que contáramos con los servicios de Rafael Cruz, mandador de su finca.
Ricardo Quirós Rodríguez, quien fue la
palanca de la expedición proporcionándonos todo lo que hacía falta, tuvo que
regresar al día siguiente a su finca por encontrarse bastante enfermo.
Conseguimos que nos acompañaran en el ascenso don Alberto Quesada (4° Vez) y su
hijo Cristóbal, a quién le toco hacer “picada” en la parte más alta.
LLUVIA Y NEBLINA
La noche que dormimos en Florencia
apareció a nuestra vista el majestuoso Volcán Arenal visible en toda su
extensión y abrigamos la esperanza de que así de limpio continuara. Pero algo
de extraño tienen los volcanes y más este, tan misterioso como huraño a nuestra
presencia. El Arenal se “arrebujo” en su abrigo de neblinas cada vez más densas
y todo el tiempo que en el estuvimos no se dejó ver, como ocultándose de las
humanas miradas que desde hacía más de diez años no lo contemplaban tan cerca.
¿Que habría tras la niebla? ¿Estaría realmente renaciendo en su actividad la
cónica mole que derramó sus ríos de lava en la edad terciaria?
Para saberlo salimos de La Palma muy de
mañana del miércoles 25 de octubre, formábamos el grupo Alberto y Cristóbal
Quesada, Alejandro Morales, Leonel Hidalgo, Enrique Rodríguez y el que esto
escribe.
Por más de una hora subimos por la
pierna inclinada, en el bosque que puede llamarse “natural” por estar formado
por los mismos árboles y plantas que los bosques vecinos. A la hora y media
llegamos al borde de la Laguna a 600 metros sobre el nivel del mar, habíamos
ascendido 180 metros, desde La Palma que está a 420 y 360 desde el caserío de
La Fortuna, cuya altura es de 240 m.
LA LAGUNA
Es de una belleza sorprendente esta
laguna de más de diez hectáreas de superficie de forma alargada y cuyas orillas
están pobladas de junco. Está en una depresión del cerro, como a 50 metros del
alto a donde llegamos y hasta ahí se puede a caballo. Tenía un bote que
permitió recorrerla en toda su extensión no encontrándosele desaguadero
superficial. Rafael Cruz y Alberto Quesada recogieron agua en la laguna y
continuamos el ascenso. Por largo trecho subimos por esa piedra cuya
inclinación es relativamente moderada en comparación con el resto del Volcán,
pues calculamos que por cada seis metros que se recorren, se asciende uno. En
la laguna nos encontramos con los hermanos Montero y con Cruz, así que el grupo
era ya de nueve.
LA REGION DE LAS TRAMPAS
A 100 metros de elevación sobre el borde
de la laguna empieza la zona de las trampas. De ahí en adelante la montaña parece
un montón de rocas disgregadas y superpuestas, como amontonadas, que no están
soldadas ni unidas y entre unas y otras quedan las trampas o huecos cubiertos a
veces por ramazones lanudas, pequeñas palmas y bejucos. Ahí no hay tierra
formada, directamente sobre la disgregada roca, cuyos bloques no dejan ver estrato
alguno, siendo al parecer rocas graníticas y traquíticas. Recogí muestras
semejantes a la obsidiana por su parecido con las escorias. ¿Por qué esas
piedras de seis caras aparecen rajadas y como amontonadas? ¿Rodaron desde las
cumbres o más bien se fragmentaron al producirse el levantamiento que formó la
montaña?-Por los lados Este y Oeste del Volcán, los derrumbes de arena, resto
quizá del periodo de mayor surgimiento, dejan ya al desnudo la roca que forma
el esqueleto de la montaña, por este lado Norte por el que subimos, el Reino
Vegetal ha vencido al Mineral y la maraña de plantas que cada vez van siendo
menos altas y más lanudas, están tratando de formar una tierra aun sin
fabricar, y a nosotros nos sirven de escala y túnel.
CAMPAMENTO DEL PADRE QUESADA
A 360 metros de altura encontramos los
cortes hechos en las ramas que sirvieron para fabricar un pequeño rancho en el
que el Presbítero Delfín Quesada pasó la noche con sus compañeros. Más arriba,
en un claro de la vegetación encontramos lo que bautizado como El Mirador,
pequeña elevación desde donde por primera vez puede divisarse la llanura que
queda a nuestros pies. Cesó la lluvia, la neblina hizo también un claro y
pudimos contemplar las fincas de La Fortuna, su caserío, y la lejana y baja
cordillera que queda detrás del Río Arenal, restos de la loma continental que
uniera el Lago de Nicaragua actual con el Océano Pacífico, (H. Pittier
Orografía de Costa Rica). Desde ese mirador contemplamos también la Laguna
Clara, en la “pierna” por donde subíamos y la Laguna Verde, en la “pierna” de
Peñaranda por donde también es posible ascender. Estas “piernas” y las del lado
Sur que unen el Arenal con el Cerro Chato, son los únicos lugares de acceso y
constituyen para la Montaña, lo que los “vientos” para la torre.
EL DERRUMBE
Seguimos subiendo por dentro del túnel
de arbustos lanudos. Encontramos abundancia de palmitos, pacayas y súrtubas.
Estas nos saben a gloria, cuando nos detenemos para almorzar y arreglar los
salveques en los que llevamos capas y cobijas, bolsas y sacos, armas y
municiones, agua fría y ardiente, café, dulce, queso, frijoles y medicinas.
El suelo inseguro se mueve a nuestro
paso y produce extrañas resonancias, son los únicos sonidos y movimientos. Ni
un retumbo hemos oído ni un temblor notamos. De repente, la pierna o
estribación que ha ido angostándose termina en un angosto filete y a los dos
lados hay hondos derrumbes. El de la izquierda es reciente, con un fondo de
arena y piedras rodadas y sus paredes son casi verticales. Bajamos hacia el de
la derecha, que tiene vegetación y es menos profundo. Este el único paso
dificultoso y con eso, no es tan difícil que el que se presentó hace trece
años, en el mismo lugar, pues el “canjilón” de la izquierda no tenía vegetación
como ahora. Subimos por el fondo del barranco y más arriba encontramos otro
derrumbe reciente, originado por los temblores, y tenemos que subir como
cincuenta metros por la arena. Sin embargo, no es muy “parado” y no tenemos
necesidad de usar las sogas.
LA ESCALA DE PIEDRA
Después del derrumbe, hacia arriba y a
más de mil metros de elevación encontramos una verdadera escala de piedras, las
mismas rocas disgregadas y amontonadas que encontramos más abajo pero sin
vegetación mayor de tal manera que el guía no tiene dificultades y descansa un
poco en su labor de ir abriendo camino, cortando ramas y bejucos. Bautizamos a
esta gradería Escala de Jacob. La inclinación es cada vez mayor y calcularse
que por cada tres metros de distancia hay uno de elevación. Termina la escala
en una pared cortada a pico y tomamos hacia la izquierda, en otra “pierna”
cubierta de plantas aun más lanudas.
LOS PORTALES
A esta zona a más de 1300 metros le
damos el nombre de Los Portales. Arboles de ramas abiertas, que cubiertas por
lanas de más de un metro de largo, de color verde claro. Brillantes con la
pedrería de las gotas. Exprimimos algunas para economizar agua pues en todo el
recorrido solo hemos encontrado un débil hilillo, debido a la lluvia.
Sobre estas ramazones hay que hacer
prodigios de equilibrio. Ya no vamos uno tras otro, vamos uno sobre otro.
Colgamos a veces sostenidos por estos arbolillos que parecen que van a derrabarse,
es un camino colgante sobre el abismo. La lluvia continúa y el frio es mayor.
LOS ARRAYANES
A los 1450 metros de elevación continúan
las lanas y los portales. Llegamos a la zona de los arrayanes o arbustos de
hojas ovaladas desprovistos de lana. Hemos subido casi hasta la cumbre que
aparece ya visible por primera vez pues viniendo dentro del túnel vegetal no
hemos podido ver nada ni hacia abajo ni hacia arriba, después del Mirador. El
frio es menor y es que ya a los cincuenta metros antes de llegar se siente el
calor de las fumarolas.
FUMAROLA NORTE
Como cuarenta metros más debajo de la
cumbre, del lado izquierdo de nuestro “camino”, en la pared externa del volcán
y en su lado Norte aparece la más grande de las fumarolas. Rocas renegridas y
como recortadas despiden un vaho caliente. El calor es sensible en donde ahora
estamos, a 50 metros a la derecha.
EL CRATER
Pero nos falta llegar a la cumbre.
Subimos más y llegamos al borde del cráter, hondura de cerca de 80 metros de
profundidad y con una superficie, calculada “a grosso modo”, como de cinco
hectáreas en su boca. Las paredes del cráter son casi verticales y sus bordes
muy irregulares. La del frente, lado Sur Oeste del Volcán, parece ser la más
alta. El suelo del borde del cráter, está tibio y se sienten calientes las
rocas que se encuentran entre los arbustos que llegan hasta la cumbre. Todo el
cráter aparece cubierto de vegetación y en su fondo se alza un árbol de
regulares dimensiones.
Aquella chimenea, que en la era
terciaria, dio paso a lavas y cenizas, está aterrada y apagada y del foco
volcánico, tal vez calizo, salen hacia las grietas de las fumarolas los vapores
de agua.
Bajamos una pequeña hondonada, cubierta
de arbolitos y llegamos a la fumarola mayor ya citada. Comparada en el estado
actual con la que encontramos en 1937, parece más atractiva. Ocupa como 400
metros cuadrados de superficie, se extiende actualmente hasta el borde del
cráter en donde se aprecia lana negra, caliente, llamadas a desaparecer
conforme la actividad crezca. Las piedras de la fumarola, en la parte de abajo,
aparecen enteramente peladas y en los intersticios de las rocas, hay una
sustancia blanca, más arriba, las piedras están cubiertas de una masa
gelatinosa que nosotros llamamos “hígado de volcán” y ya cerca del borde, las
piedras están cubiertas de lana. Bajamos dos metros dentro del cráter y por ahí
tiene respiraderos la fumarola mayor. Dentro del cráter apareen otras dos
fumarolas de menos dimensiones y actividad.
Hora de llegada: las tres de la tarde. Alturas
señaladas por el altímetro: 1540, 1560 y 158’ metros sobre el nivel del mar. La
temperatura en la zona no afectada por el calor del Volcán es de diez grados.
PEQUEÑO INCIDENTE
El señor Morales que fue contratado como
peón, desde que llega a la cumbre insiste en que nos devolvamos sin hacer las
señales luminosas. Los compañeros de expedición que lo son de verdad, son de
opinión de quedarse en la cumbre y así lo hacemos. Con Morales regresan Alberto
y Cristóbal Quesada. En el apresuramiento de regresar, se llevan una alforja
conteniendo medicinas, el reloj, el acta había preparado para dejar en la
cumbre, los fósforos, candelas, cigarros y puros. Por dicha no hubo enfermos
entre los que nos quedamos, las medicinas no nos hicieron falta, pero si el reloj
y los cigarros. Antes de regresar los que se devolvían, comimos y tomamos café
sin que quedara para el día siguiente más que muy pocas provisiones, lo que
mucho influyó en que no pudiéramos bajar al fondo del cráter ni bordearlo. Como
no llevábamos tiendas de acampar las tuvimos que formar con las capas. El frio
aumentaba y dispusimos refugiarnos cerca de las fumarolas, pero estas, si bien
nos calentaban, nos mojaron completamente. Nos sirvió de mucho el tiempo que
pasamos sobre ellas, porque pudimos apreciar la intermitencia tanto de las
emanaciones de humo como las de calor sin humo visible. Por ratos no
aguantábamos estar sentados sobre aquella lana caliente.
Con una palanca hecha de la rama de un
arbolillo palanqueamos una piedra, que como ya he dicho, son todas de seis
caras y parecen amontonadas irregularmente. La pared interior apareció
completamente roja y el vaho que se despedía era imposible de soportar. Fue ahí
donde el termómetro de pared que solo llega a los 50 grados centígrados
estalló. Después de explorar piedra por piedra esa fumarola del Norte, que
queda en una parte baja, entre dos bordes altos del cráter, nos situamos en un
lugar menos caliente para pasar la noche.
LA ISLA MISTERIOSA
No teníamos que fumar ni que tomar y el
fastidio molesta más la incomodidad de pasar la noche sentados en el borde de
un cráter apagado, de espaldas a las encendidas fumarolas. Alguien dispuso
hacer un relato y ahí, durante toda la noche, se escuchó la narración de la
Isla Misteriosa, veinte Mil Leguas en Viaje Submarino y Los Hijos del Capitan
Grant. Al lado del narrador, dormía sentado Rafael Cruz, alias “Chimbolo”,
cansado de “volar machete”; todos se iban durmiendo y cuando calculamos que
eran las siete (resultamos con una hora de atraso por no tener reloj) se
interrumpió la narración para hacer los disparos.
LAS SEÑALES LUMINOSAS
Se martilló la pistola de señales sin
resultado, se puso el tubo siguiente y el tercero y tampoco sirvieron, la
pólvora del tubo se había humedecido o los tubos eran ya muy viejos. Al cuarto
tubo, se produjo un débil estallido y a diez metros de altura brotó la luz de
magnesio que tratamos de fotografiar. Descendió el paracaídas verticalmente y
una ráfaga de viento lo echó exactamente sobre la fumarola mayor. Esta señal fue
vista por Alberto Quesada que iba llegando a su casa, por su señora, por José
Montoya mandador de la finca de don Adrián Arias, por Rafael Cascante en Las
Vegas del Rió Arenal y por vecinos de Quebrada Azul y de Florencia que ya lo
han comunicado al Diario.
Desarmamos una de los tubos y encendimos
el magnesio sin resultado por haberlo desarmado mal. Otro de los tubos sí quemó
y la luz blanca iluminó las cumbres y traspasó las neblinas.
BAÑO ORIENTAL
Cortamos algunos arbustillos cercanos y
los echamos sobre el suelo caliente para no quemarnos, pero al humo del vapor
de agua se unió el de estas plantas al quemarse, despidiendo un aroma fragante
semejante al incienso, parece que se trata de una especie de copal que crece en
las cumbres. Pasamos toda la noche tratando de dormir rodeados por la lluvia y
la neblina, en medio del vaho más vaporoso y aromático que puede apetecerse
para un baño oriental. Nuestras cobijas y ropas se empaparon de agua evaporada,
los sacos de hule y capas se fundieron en parte por la acción del calor y
nuestro colchón de lana se convirtió en el más suave charcal que puede apetecer
un cerdo.
El cansancio pudo más y algunos
durmieron unas horas. Cerca del amanecer el egoísta volcán se despojó un poco
de su ropaje y nos dejó ver la belleza de la llanura surcada de ríos, fue ese
el momento propicio para tomar algunas fotografías. Había dejado de llover y ya
no oímos el agua que caía al cráter formando un riachuelo, ni la que cayendo
sobre las hirvientes piedras las hacia chirriar con el sonido de jilgueros,
únicos habitantes de estas cumbres, junto con raras arañas y hormigas negras.
En la bajura hay aguiluchos, tigres y manigordos, leones y dantas, monos y
culebras. En este reino alto de los vapores y de las nieblas, de los aromas y
jilgueros, ni un ave volaba ni oíase rumor. El silencio fue cortado por el
sonido del caracol que llevaba Leonel. Abajo lo escucharon pero el celoso
volcán se cubrió otra vez con sus cendales de nubes. Entonces desistimos de ir
al fondo del cráter o bordearlo; era la voz imperativa del estómago la que nos
obligaba a descender.
Cuando íbamos dentro del boscaje
sentimos un avión que le dio dos vueltas al Volcán; no vio nuestras señales.
Bajamos más aprisa pero con más fatiga. Habíamos conseguido demostrar que el
Arenal es un volcán pero que su relativamente débil actividad, aunque mayor que
la que notamos en 1937, nada tiene que ver con la tempestad sísmica cuyo
epicentro está en las cabeceras del Peñas Blancas
Fotos de 1950: A- El volcán Arenal visto
desde La Fortuna. B- Los miembros de la expedición en La Palma. C- El jefe de
la expedición Alberto Quesada, en la cima del volcán. D- Vista parcial de la
Laguna (hoy laguna Cedeño). E- Haciendo señales luminosas desde La Fortuna.
Etiquetas: DIARIO DE COSTA RICA, Expedición a la cima del volcán Arenal en octubre de 1950, Volcán Arenal
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