sábado, 12 de enero de 2013

Sensacionales Experiencias de la Expedición a la cima del volcán Arenal en 1950



DIARIO COSTA RICA, jueves 2 de noviembre de 1950
Sensacionales Experiencias de la Expedición de “Diario de Costa Rica” en las Cumbres del Arenal

El Redactor Viajero de este Diario, J. Luis Castro Rodríguez, que en compañía de otros expedicionarios realizó felizmente la exploración de la cima del Volcán Arenal, Inicia un relato de esa hazaña, en la forma siguiente:           

HISTORIA DEL ARENAL

Baltasar Quesada, Marcial Jarquín y Porfirio Rojas, con otros hombres, de los primeros que vivieron en lo que es hoy el caserío de La Fortuna de San Carlos intentaron infructuosamente el ascenso al cónico Cerro de Arenal, llamado también cerro de los Guatusos y Cerro Pan de Azúcar. Para ascender, tomando por los canjilones de arena, en las faldas del lado Este y Sur Este y llegaron a un punto en donde la verticalidad hace imposible la subida. Del lado de Guanacaste ocurrió lo mismo: nadie pudo subir a lo más alto porque las faldas Oeste y Sur Oeste ofrecen las mismas dificultades. En la actualidad, esos “canjilones” de arena se han hecho más anchos y más profundos y otros nuevos derrumbes se han formado, no solo por la acción de las lluvias sino también por los últimos movimientos de la tierra. Por esos lados es absolutamente imposible el acceso a la mole montañosa.


EN BUSCA DE UNA LLEGADA

Alberto y Guillermo Quesada, Ricardo Quirós y otras personas, iniciaron el ascenso por el único lado por donde hay vegetación desde la base hasta la cima. Descubrieron la Laguna Clara, en las faldas del Arenal, en una de sus “piernas”, subieron un poco más y regresaron. Habían constatado que por ese lado no había derrumbes y que se podía escalar el cerro.


PRIMERA EXPEDICIÓN

Tuvo conocimiento de eso Don Rodolfo Quirós Quirós y organizó una expedición, por su propia cuenta, la que se efectuó en febrero de 1937, hace más de trece años. Los expedicionarios salieron un domingo de la ciudad de Naranjo, en camión hasta Zarcero pues la carretera aun no llegaba a San Carlos. Llegaron a caballo a Florencia, por el camino viejo de La Vieja y al día siguiente salieron hasta la finca de don Porfirio Rojas que es hoy de don Higinio Vargas. El martes llegaron a La Palma y el miércoles iniciaron el ascenso. Tuvieron muchas dificultades y descubrieron desde la altura otra laguna, la Laguna Verde que queda hoy en la finca de Juan Peñaranda, en ese entonces no había más finca que la del señor Quesada.

No había carretera hasta Florencia como hoy, ni puente sobre el Río San Carlos, ni camino hasta La Fortuna. Siguieron por la picada abierta por Marcial Jarquín en la montaña y en el cerro se sirvieron de la que hicieron una año antes los señores Quesada continuando el ascenso hasta darle feliz remate, a las tres de la tarde. Se había descubierto que el Cerro Arenal era VOLCAN por tener activas fumarolas. Se dejó dentro de una botella un documento con siete firmas: Rodolfo Quirós Quirós, Ricardo Quirós Rodríguez, Alberto Quesada Rodríguez, Gustavo Quesada Rodríguez, Elías Kooper, Bercerlio Castro y Luis Casto Rodríguez. Eso ocurrió el 24 de febrero de 1937. DIARIO DE COSTA RICA dio cuenta de la feliz hazaña y en el ejemplar del 13 de marzo de 1937 se publicaron ocho fotografías en primera página y un artículo en el que nuestro representante lanza una apuesta de mil colones y un reto a los que intentaron desmentir el buen éxito de esa exploración.


LLEGA EL PADRE QUESADA

Un año después, el Presbítero Delfín Quesada, entonces Cura de San Carlos, bendijo con su presencia la cumbre del Volcán y después de su ascenso, ya los vecinos de esas regiones, incrédulos como Santo Tomás, empezaron a creer en que era posible llegar hasta la cima. Acompañaron al Padre los señores Alberto Quesada (2° vez), Ismael Garro, Elías Kooper (2° vez), Sebastián Rojas y Rafael A. Rodríguez. Encontraron en la cumbre la botella con el documento e acta de la primera exploración y a ella agregaron sus firmas. Había también un ejemplar de DIARIO DE COSTA RICA. Al hacer esta publicación el Redactor Viajero de DIARIO DE COSTA RICA desea instar al Presbítero Quesada y a todos los expedicionarios que se citan en esta crónica que ratifiquen por medio de cartas dirigidas a este periódico lo que aquí se narra, todo ajustado a la verdad como es norma de DIARIO DE COSTA RICA.


UN PRINCIPE ALEMÁN SUBE

Algunos meses después ascendieron el Principe Federico Ernesto de Sajonia acompañado de Alberto Quesada (3° vez) y Lubín Núñez. Fueron los primeros en dormir en la cumbre. El geólogo alemán, tomó muy interesantes detalles que no se conocen por lo que se piensa indagar, por medio de las autoridades aliadas de ocupación, si existe dicho volcanólogo y si publicó en Alemania el estudio del Arenal que dicho experto calificó como el más interesante de Costa Rica. Los miembros de esta tercera expedición agregaron sus firmas a las del documento dejado en la altura.


CUARTA EXPEDICIÓN

Los licenciados Francisco Luis Fernández y Ricardo Ruiz y los señores Manuel Ángel Herrera, Paúl Solera y Ricardo Quirós (2° vez), efectuaron el último viaje a la cumbre del volcán y desde hace más de diez años no se había vuelto a ascender. La primera expedición era naranjeña, sancarleña la segunda, alemana la tercera y alajuelense la cuarta.


DIARIO DE COSTA RICA, PADRE DEL VOLCÁN

DIARIO DE COSTA RICA patrocinó la primera expedición y fue el promotor de esta quinta. Pero de esta vez se han tomado datos que darán base a un estudio científico documentado y se podrá saber cómo es cierto: 1) Que el Arenal es un volcán en estado solfatariano y 2) que su relativamente poca actividad no tiene relación alguna con los temblores que se iniciaron desde el 5 de octubre.

El sábado 21, decidió la Dirección de DIARIO DE COSTA RICA que debía efectuarse una expedición a la cumbre del Arenal. Me proveyó el Diario de una cámara fotográfica y de una pistola para señales luminosas y ese día salí para Naranjo. El domingo 22 obtuve la valiosísima cooperación del doctor Edgar Montero, Fernando Montero y Ricardo Quirós quienes saldrían el día siguiente. Dichos señores son propietarios de valiosas fincas de ganado en La Fortuna. Como peón contratamos los servicios de Alejandro Morales. El lunes 23 salimos, nos detuvimos en Villa Quesada para tomar datos que fueron comunicados radiográficamente y ese mismo día salimos para Florencia. El tiempo estaba malísimo. En la zona de San Carlos hubo veranillo durante los temporales de la meseta central, pero ese mismo día comenzó a llover copiosamente y nadie nos aconsejaba, no solo intentar el ascenso, sino hacer el viaje hasta La Fortuna (de ocho a diez horas a caballo). Don Carlos Maroto nos alquiló muy buenas bestias en Florencia y el martes 24 salimos hacia Santa Clara, desde donde envié mi último mensaje pues hasta ahí llega el telégrafo. Hubo que cruzar por propiedades particulares pues el camino en algunos trechos está más hondo que los ríos que hubo que vadear: Ron Ron, La Vieja, Peñas Blancas, Habana, La Fortuna y Burío.

De Santa Clara sigue Javillos donde está el hermoso puente sobre el caudaloso Río San Carlos, obra de la Administración Cortés. Luego el caserío de Peñas Blancas y continuamos a la orilla de ese río, hacia abajo, durante tres cuartos de hora hasta llegar al paso que queda en la confluencia de de este con el Río Chachagua. Por dicha no estaba muy crecido y el agua apenas nos llegó a las rodillas. A poca distancia cruzamos el Río Burro, en donde se junta con el Cachagüita (léase Chachagüita). Todavía quedan huellas en el Peñas Blancas de las presas que ha arrastrado, en los sedimentos lodosos. Estas presas se deben a los derrumbes causados por los temblores.


HACIA LA FORTUNA

El camino de Río Burro a La Fortuna, es un lodazal en el que fácilmente pueden ahogarse las bestias, con profundidades de más de un metro. Ojala sea posible que el Ministerio de Obras Públicas convierta lo que es hoy una trocha para carretera, en camino nivelado con tractor, en el próximo verano. Si esto es ahora que están comenzando los temporales del Atlántico, ¿Cómo estarán esos caminos al final del año?.

Veinte colones por quintal es el flete que cobran los carreteros, suma que crecerá hasta que sea del todo imposible pasar en carreta. A las cuatro de la tarde llegamos a La Fortuna. En Florencia se nos había unido don Enrique Rodríguez Rojas quien tiene una finca en Platanar; en La Fortuna se agregaron a la expedición el valeroso joven Leonel Hidalgo, quien iba bien provisto de todo lo necesario inclusive lo indispensable para librase de los efectos de mordeduras de serpientes y Rafael Cruz, quien fue el hombre de la delantera, encargado de ir abriendo paso entre la maraña tupida de la selva. Fuimos a la finca La Anita, propiedad de Ricardo Quirós y cambiamos las bestias habiéndonos obsequiado buena cantidad de huevos, queso, medicinas y otras provisiones.

A las siete de la noche salimos para La Palma adonde llegamos a las nueve. Don Alberto Quesada y su familia se levantaron a atendernos y ahí pasamos la noche. Los hermanos Montero se habían ido a su finca que queda contiguo a la del señor Quesada. Sea esta la ocasión de mencionar el valioso aporte de su compañía. El doctor Montero es profesor en la Universidad Nacional y cargó, como todos los demás, sus “salveques” haciéndose cargo de la pistola de señales en unión del señor Enrique Rodríguez, artillero de la expedición y decidido como pocos. Fernando Montero ayudó muchísimo y a él se debe que contáramos con los servicios de Rafael Cruz, mandador de su finca.

Ricardo Quirós Rodríguez, quien fue la palanca de la expedición proporcionándonos todo lo que hacía falta, tuvo que regresar al día siguiente a su finca por encontrarse bastante enfermo. Conseguimos que nos acompañaran en el ascenso don Alberto Quesada (4° Vez) y su hijo Cristóbal, a quién le toco hacer “picada” en la parte más alta.


LLUVIA Y NEBLINA

La noche que dormimos en Florencia apareció a nuestra vista el majestuoso Volcán Arenal visible en toda su extensión y abrigamos la esperanza de que así de limpio continuara. Pero algo de extraño tienen los volcanes y más este, tan misterioso como huraño a nuestra presencia. El Arenal se “arrebujo” en su abrigo de neblinas cada vez más densas y todo el tiempo que en el estuvimos no se dejó ver, como ocultándose de las humanas miradas que desde hacía más de diez años no lo contemplaban tan cerca. ¿Que habría tras la niebla? ¿Estaría realmente renaciendo en su actividad la cónica mole que derramó sus ríos de lava en la edad terciaria?

Para saberlo salimos de La Palma muy de mañana del miércoles 25 de octubre, formábamos el grupo Alberto y Cristóbal Quesada, Alejandro Morales, Leonel Hidalgo, Enrique Rodríguez y el que esto escribe.

Por más de una hora subimos por la pierna inclinada, en el bosque que puede llamarse “natural” por estar formado por los mismos árboles y plantas que los bosques vecinos. A la hora y media llegamos al borde de la Laguna a 600 metros sobre el nivel del mar, habíamos ascendido 180 metros, desde La Palma que está a 420 y 360 desde el caserío de La Fortuna, cuya altura es de 240 m.


LA LAGUNA

Es de una belleza sorprendente esta laguna de más de diez hectáreas de superficie de forma alargada y cuyas orillas están pobladas de junco. Está en una depresión del cerro, como a 50 metros del alto a donde llegamos y hasta ahí se puede a caballo. Tenía un bote que permitió recorrerla en toda su extensión no encontrándosele desaguadero superficial. Rafael Cruz y Alberto Quesada recogieron agua en la laguna y continuamos el ascenso. Por largo trecho subimos por esa piedra cuya inclinación es relativamente moderada en comparación con el resto del Volcán, pues calculamos que por cada seis metros que se recorren, se asciende uno. En la laguna nos encontramos con los hermanos Montero y con Cruz, así que el grupo era ya de nueve.


LA REGION DE LAS TRAMPAS

A 100 metros de elevación sobre el borde de la laguna empieza la zona de las trampas. De ahí en adelante la montaña parece un montón de rocas disgregadas y superpuestas, como amontonadas, que no están soldadas ni unidas y entre unas y otras quedan las trampas o huecos cubiertos a veces por ramazones lanudas, pequeñas palmas y bejucos. Ahí no hay tierra formada, directamente sobre la disgregada roca, cuyos bloques no dejan ver estrato alguno, siendo al parecer rocas graníticas y traquíticas. Recogí muestras semejantes a la obsidiana por su parecido con las escorias. ¿Por qué esas piedras de seis caras aparecen rajadas y como amontonadas? ¿Rodaron desde las cumbres o más bien se fragmentaron al producirse el levantamiento que formó la montaña?-Por los lados Este y Oeste del Volcán, los derrumbes de arena, resto quizá del periodo de mayor surgimiento, dejan ya al desnudo la roca que forma el esqueleto de la montaña, por este lado Norte por el que subimos, el Reino Vegetal ha vencido al Mineral y la maraña de plantas que cada vez van siendo menos altas y más lanudas, están tratando de formar una tierra aun sin fabricar, y a nosotros nos sirven de escala y túnel.


CAMPAMENTO DEL PADRE QUESADA

A 360 metros de altura encontramos los cortes hechos en las ramas que sirvieron para fabricar un pequeño rancho en el que el Presbítero Delfín Quesada pasó la noche con sus compañeros. Más arriba, en un claro de la vegetación encontramos lo que bautizado como El Mirador, pequeña elevación desde donde por primera vez puede divisarse la llanura que queda a nuestros pies. Cesó la lluvia, la neblina hizo también un claro y pudimos contemplar las fincas de La Fortuna, su caserío, y la lejana y baja cordillera que queda detrás del Río Arenal, restos de la loma continental que uniera el Lago de Nicaragua actual con el Océano Pacífico, (H. Pittier Orografía de Costa Rica). Desde ese mirador contemplamos también la Laguna Clara, en la “pierna” por donde subíamos y la Laguna Verde, en la “pierna” de Peñaranda por donde también es posible ascender. Estas “piernas” y las del lado Sur que unen el Arenal con el Cerro Chato, son los únicos lugares de acceso y constituyen para la Montaña, lo que los “vientos” para la torre.


EL DERRUMBE

Seguimos subiendo por dentro del túnel de arbustos lanudos. Encontramos abundancia de palmitos, pacayas y súrtubas. Estas nos saben a gloria, cuando nos detenemos para almorzar y arreglar los salveques en los que llevamos capas y cobijas, bolsas y sacos, armas y municiones, agua fría y ardiente, café, dulce, queso, frijoles y medicinas.

El suelo inseguro se mueve a nuestro paso y produce extrañas resonancias, son los únicos sonidos y movimientos. Ni un retumbo hemos oído ni un temblor notamos. De repente, la pierna o estribación que ha ido angostándose termina en un angosto filete y a los dos lados hay hondos derrumbes. El de la izquierda es reciente, con un fondo de arena y piedras rodadas y sus paredes son casi verticales. Bajamos hacia el de la derecha, que tiene vegetación y es menos profundo. Este el único paso dificultoso y con eso, no es tan difícil que el que se presentó hace trece años, en el mismo lugar, pues el “canjilón” de la izquierda no tenía vegetación como ahora. Subimos por el fondo del barranco y más arriba encontramos otro derrumbe reciente, originado por los temblores, y tenemos que subir como cincuenta metros por la arena. Sin embargo, no es muy “parado” y no tenemos necesidad de usar las sogas.


LA ESCALA DE PIEDRA

Después del derrumbe, hacia arriba y a más de mil metros de elevación encontramos una verdadera escala de piedras, las mismas rocas disgregadas y amontonadas que encontramos más abajo pero sin vegetación mayor de tal manera que el guía no tiene dificultades y descansa un poco en su labor de ir abriendo camino, cortando ramas y bejucos. Bautizamos a esta gradería Escala de Jacob. La inclinación es cada vez mayor y calcularse que por cada tres metros de distancia hay uno de elevación. Termina la escala en una pared cortada a pico y tomamos hacia la izquierda, en otra “pierna” cubierta de plantas aun más lanudas.


LOS PORTALES

A esta zona a más de 1300 metros le damos el nombre de Los Portales. Arboles de ramas abiertas, que cubiertas por lanas de más de un metro de largo, de color verde claro. Brillantes con la pedrería de las gotas. Exprimimos algunas para economizar agua pues en todo el recorrido solo hemos encontrado un débil hilillo, debido a la lluvia.

Sobre estas ramazones hay que hacer prodigios de equilibrio. Ya no vamos uno tras otro, vamos uno sobre otro. Colgamos a veces sostenidos por estos arbolillos que parecen que van a derrabarse, es un camino colgante sobre el abismo. La lluvia continúa y el frio es mayor.


LOS ARRAYANES

A los 1450 metros de elevación continúan las lanas y los portales. Llegamos a la zona de los arrayanes o arbustos de hojas ovaladas desprovistos de lana. Hemos subido casi hasta la cumbre que aparece ya visible por primera vez pues viniendo dentro del túnel vegetal no hemos podido ver nada ni hacia abajo ni hacia arriba, después del Mirador. El frio es menor y es que ya a los cincuenta metros antes de llegar se siente el calor de las fumarolas.


FUMAROLA NORTE

Como cuarenta metros más debajo de la cumbre, del lado izquierdo de nuestro “camino”, en la pared externa del volcán y en su lado Norte aparece la más grande de las fumarolas. Rocas renegridas y como recortadas despiden un vaho caliente. El calor es sensible en donde ahora estamos, a 50 metros a la derecha.


EL CRATER

Pero nos falta llegar a la cumbre. Subimos más y llegamos al borde del cráter, hondura de cerca de 80 metros de profundidad y con una superficie, calculada “a grosso modo”, como de cinco hectáreas en su boca. Las paredes del cráter son casi verticales y sus bordes muy irregulares. La del frente, lado Sur Oeste del Volcán, parece ser la más alta. El suelo del borde del cráter, está tibio y se sienten calientes las rocas que se encuentran entre los arbustos que llegan hasta la cumbre. Todo el cráter aparece cubierto de vegetación y en su fondo se alza un árbol de regulares dimensiones.

Aquella chimenea, que en la era terciaria, dio paso a lavas y cenizas, está aterrada y apagada y del foco volcánico, tal vez calizo, salen hacia las grietas de las fumarolas los vapores de agua.

Bajamos una pequeña hondonada, cubierta de arbolitos y llegamos a la fumarola mayor ya citada. Comparada en el estado actual con la que encontramos en 1937, parece más atractiva. Ocupa como 400 metros cuadrados de superficie, se extiende actualmente hasta el borde del cráter en donde se aprecia lana negra, caliente, llamadas a desaparecer conforme la actividad crezca. Las piedras de la fumarola, en la parte de abajo, aparecen enteramente peladas y en los intersticios de las rocas, hay una sustancia blanca, más arriba, las piedras están cubiertas de una masa gelatinosa que nosotros llamamos “hígado de volcán” y ya cerca del borde, las piedras están cubiertas de lana. Bajamos dos metros dentro del cráter y por ahí tiene respiraderos la fumarola mayor. Dentro del cráter apareen otras dos fumarolas de menos dimensiones y actividad.

Hora de llegada: las tres de la tarde. Alturas señaladas por el altímetro: 1540, 1560 y 158’ metros sobre el nivel del mar. La temperatura en la zona no afectada por el calor del Volcán es de diez grados.


PEQUEÑO INCIDENTE

El señor Morales que fue contratado como peón, desde que llega a la cumbre insiste en que nos devolvamos sin hacer las señales luminosas. Los compañeros de expedición que lo son de verdad, son de opinión de quedarse en la cumbre y así lo hacemos. Con Morales regresan Alberto y Cristóbal Quesada. En el apresuramiento de regresar, se llevan una alforja conteniendo medicinas, el reloj, el acta había preparado para dejar en la cumbre, los fósforos, candelas, cigarros y puros. Por dicha no hubo enfermos entre los que nos quedamos, las medicinas no nos hicieron falta, pero si el reloj y los cigarros. Antes de regresar los que se devolvían, comimos y tomamos café sin que quedara para el día siguiente más que muy pocas provisiones, lo que mucho influyó en que no pudiéramos bajar al fondo del cráter ni bordearlo. Como no llevábamos tiendas de acampar las tuvimos que formar con las capas. El frio aumentaba y dispusimos refugiarnos cerca de las fumarolas, pero estas, si bien nos calentaban, nos mojaron completamente. Nos sirvió de mucho el tiempo que pasamos sobre ellas, porque pudimos apreciar la intermitencia tanto de las emanaciones de humo como las de calor sin humo visible. Por ratos no aguantábamos estar sentados sobre aquella lana caliente.

Con una palanca hecha de la rama de un arbolillo palanqueamos una piedra, que como ya he dicho, son todas de seis caras y parecen amontonadas irregularmente. La pared interior apareció completamente roja y el vaho que se despedía era imposible de soportar. Fue ahí donde el termómetro de pared que solo llega a los 50 grados centígrados estalló. Después de explorar piedra por piedra esa fumarola del Norte, que queda en una parte baja, entre dos bordes altos del cráter, nos situamos en un lugar menos caliente para pasar la noche.



LA ISLA MISTERIOSA

No teníamos que fumar ni que tomar y el fastidio molesta más la incomodidad de pasar la noche sentados en el borde de un cráter apagado, de espaldas a las encendidas fumarolas. Alguien dispuso hacer un relato y ahí, durante toda la noche, se escuchó la narración de la Isla Misteriosa, veinte Mil Leguas en Viaje Submarino y Los Hijos del Capitan Grant. Al lado del narrador, dormía sentado Rafael Cruz, alias “Chimbolo”, cansado de “volar machete”; todos se iban durmiendo y cuando calculamos que eran las siete (resultamos con una hora de atraso por no tener reloj) se interrumpió la narración para hacer los disparos.


LAS SEÑALES LUMINOSAS

Se martilló la pistola de señales sin resultado, se puso el tubo siguiente y el tercero y tampoco sirvieron, la pólvora del tubo se había humedecido o los tubos eran ya muy viejos. Al cuarto tubo, se produjo un débil estallido y a diez metros de altura brotó la luz de magnesio que tratamos de fotografiar. Descendió el paracaídas verticalmente y una ráfaga de viento lo echó exactamente sobre la fumarola mayor. Esta señal fue vista por Alberto Quesada que iba llegando a su casa, por su señora, por José Montoya mandador de la finca de don Adrián Arias, por Rafael Cascante en Las Vegas del Rió Arenal y por vecinos de Quebrada Azul y de Florencia que ya lo han comunicado al Diario.                        

Desarmamos una de los tubos y encendimos el magnesio sin resultado por haberlo desarmado mal. Otro de los tubos sí quemó y la luz blanca iluminó las cumbres y traspasó las neblinas.


BAÑO ORIENTAL

Cortamos algunos arbustillos cercanos y los echamos sobre el suelo caliente para no quemarnos, pero al humo del vapor de agua se unió el de estas plantas al quemarse, despidiendo un aroma fragante semejante al incienso, parece que se trata de una especie de copal que crece en las cumbres. Pasamos toda la noche tratando de dormir rodeados por la lluvia y la neblina, en medio del vaho más vaporoso y aromático que puede apetecerse para un baño oriental. Nuestras cobijas y ropas se empaparon de agua evaporada, los sacos de hule y capas se fundieron en parte por la acción del calor y nuestro colchón de lana se convirtió en el más suave charcal que puede apetecer un cerdo.

El cansancio pudo más y algunos durmieron unas horas. Cerca del amanecer el egoísta volcán se despojó un poco de su ropaje y nos dejó ver la belleza de la llanura surcada de ríos, fue ese el momento propicio para tomar algunas fotografías. Había dejado de llover y ya no oímos el agua que caía al cráter formando un riachuelo, ni la que cayendo sobre las hirvientes piedras las hacia chirriar con el sonido de jilgueros, únicos habitantes de estas cumbres, junto con raras arañas y hormigas negras. En la bajura hay aguiluchos, tigres y manigordos, leones y dantas, monos y culebras. En este reino alto de los vapores y de las nieblas, de los aromas y jilgueros, ni un ave volaba ni oíase rumor. El silencio fue cortado por el sonido del caracol que llevaba Leonel. Abajo lo escucharon pero el celoso volcán se cubrió otra vez con sus cendales de nubes. Entonces desistimos de ir al fondo del cráter o bordearlo; era la voz imperativa del estómago la que nos obligaba a descender.

Cuando íbamos dentro del boscaje sentimos un avión que le dio dos vueltas al Volcán; no vio nuestras señales. Bajamos más aprisa pero con más fatiga. Habíamos conseguido demostrar que el Arenal es un volcán pero que su relativamente débil actividad, aunque mayor que la que notamos en 1937, nada tiene que ver con la tempestad sísmica cuyo epicentro está en las cabeceras del Peñas Blancas       
     

Fotos de 1950: A- El volcán Arenal visto desde La Fortuna. B- Los miembros de la expedición en La Palma. C- El jefe de la expedición Alberto Quesada, en la cima del volcán. D- Vista parcial de la Laguna (hoy laguna Cedeño). E- Haciendo señales luminosas desde La Fortuna.

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