El Terremoto de Bocas del Toro, Panamá, del 25 de abril de 1916
El Terremoto de Bocas del Toro, Panamá, del 25 de abril de 1916
El día anterior, el 24 de abril,
había ocurrido el terremoto de Miramar, con una magnitud de 7,0 y, 42 horas
después, se produce este terremoto de Bocas del Toro, por lo que había mucho
temor entre los pobladores de Costa Rica.
Periódico La
Información, Año IX, miércoles 26 de abril de 1916, N°3476
Una serie de temblores, que culminó
en uno de sétima intensidad, sacudió anoche el país. En todas partes reina un
terrible pánico.
De la serie de temblores
sentidos en los últimos días, el de anoche, a las 8 y 45, ha sido
indiscutiblemente el de mayor duración e intensidad. El movimiento fue
ondulatorio, al compás de las ondas sísmicas, la ciudad se mecía como sobre una
hamaca; aquellas personas que en esos momentos se encontraban en las calles y
las que salieron precipitadamente al primer vaivén del temblor pudieron notar
como ondulaba la tierra.
Luminaria en la cordillera:
Precisamente en el momento más crítico del movimiento sísmico, un resplandor
producido en la cima de la cordillera donde se encuentra el volcán Poás,
iluminó en una gran distancia las montañas y el firmamento. Fueron esos cuantos
segundos de emocionante terror para los habitantes de la capital.
De los teatros, de los
casinos, de las casas particulares todas las gentes se lanzaron presurosas a
las calles en confuso tropel; por todas las partes se oían voces pidiendo
clemencia al todopoderoso, gritos de terror y lamentos de pesar por lo que
ocurría; esto unido a la oscuridad de la noche, pues hubo un momento en que se
apagó el alumbrado eléctrico, a las carreras de las gentes y al estruendo y
ruido del crujir de los edificios que parecían desplomarse, dieron a esos
supremos instantes un aspecto aterrador.
Fueron muchas la mujeres que
presas de la mayor agitación nerviosa cayeron desvanecidas en las calles unas,
y en el interior de las casas otras. La mayoría de las gentes corrieron a
congregarse en las plazas y los jardines públicos y muchas en esos lugares
pasaron la noche.
Un rato después la ciudad
volvió a su vida ordinaria de calma y tranquilidad y ya se principiaron a
contar los acontecimientos. Rápidamente circularon noticias de que en la
población ninguna desgracia personal había ocurrido. Cinco minutos después del
temblor nosotros recorrimos la ciudad en automóvil para enterarnos de los daños
causados por el temblor. Entre los principales anotamos los siguientes: Se
hundió el techo del edificio de dos pisos que perteneció al Canónigo señor
Vargas y que heredó el Licenciado don José Vargas M., ese edificio está situado
cincuenta varas al sur de la esquina suroeste del Colegio de Señoritas y en el
habitaba don Eloy Truque y su familia. Al desplomarse el techo de esa casa, se
produjo un ruido terrible que se dejó sentir a quinientas varas. Dichosamente
hacia unos instantes que la familia Truque había abandonado la casa, una
sirvienta de la familia Truque fue la última en salir del edificio y estuvo a
punto de perecer.
Cayó la techumbre de otra
casa, propiedad de don Justino Álvarez, en el barrio de la Puebla y que estaba
habitada por la señora Ana Badilla. También se encontraba en la calle cuando se
produjo el derrumbamiento en la casa.
El temblor agrietó la Iglesia
del Carmen, la que quedó muy dañada. Es de suponer que ese temblor dañase otros
muchos edificios en San José y cuyos desperfectos los conoceremos hoy, porque
anoche nadie estaba en condiciones de tranquilidad para averiguar esas
pequeñeces que así pueden llamarse minuciosidades decimos, si se comparar con
el espantoso pánico que el movimiento sísmico produjo en todos los ánimos.
De Alajuela se reporta: el
temblor en duración e intensidad ha sido uno de los más largos y fuertes en
todos los tiempos se hayan sentido aquí; sé de cuatro casas pequeñas y malas
que cayeron sin ocasionar desgracias personales y de otras muchas que han sido
agrietadas y dañadas en otras formas. Aquí entre las gentes el pánico es
general; tal es terror que domina en el ánimo de todos los habitantes que
probablemente esta noche ninguno dormirá en sus casas. La escena de terror y
desesperación que se produjo en el instante en que la tierra se tambaleó,
aumentó en gran proporción debido a que la ciudad se quedó a oscuras por
haberse interrumpido el servicio del alumbrado eléctrico.
En Puntarenas, el temblor se
sintió también fuerte, tanto o más que esta capital, lo mismo que en Esparta,
Orotina y en todas las poblaciones de Alajuela, y extraordinariamente intenso
en Naranjo, Poás, San Ramón y Palmares, donde hay muchos edificios
deteriorados. En Atenas reportan que la Iglesia se estremecía haciendo un
inmenso ruido, las agujas del reloj giraban constantemente, el pueblo está en
la plaza elevando plegarias a Dios. De Naranjo se informa que la población está
alarmadísima y las calles se encuentran llenas de gentes, gritan unos y rezan
otros. En Puriscal se reporta que el sismo fue más fuerte que el 4 de mayo de
1910, si no hubiera sido ventaja de las casas de madera en esta, no hubiera
quedado ni una, dirección del movimiento de N a S y de trepidación. El público
alarmado, la noche esta oscurísima y sospechosa.
En Heredia no se conocía de
daños materiales ni personales. De Cartago se informa que el temblor ha sido
casi tan fuerte como el que destruyó esta ciudad en 1910; no ocurrieron
desgracias personales; tampoco daños materiales; la alarma entre los habitantes
es muy grande, más que todo porque ignoran lo que ha ocurrido en las otras
provincias.
En la frontera norte y en
Guanacaste, el temblor tuvo carácter de terremoto; en Liberia se dañaron varias
casas sin ocasionar desgracias personales. En todas las zonas del Guanacaste,
el movimiento sísmico se sintió con igual intensidad que en Liberia y en La
Cruz. De Siquirres y Guapiles nos
avisaron por teléfono que en aquella zona el temblor también se sintió.
Periódico La
Información, Año IX, jueves 27 de abril de 1916, N°3477
Agitada por fuerzas
subterráneas misteriosas, con cortas treguas de tiempo, la tierra continúa
estremeciéndose unas veces muy débilmente, en forma apenas perceptible para los
aparatos sismográficos, otras fuertes y otras fuertísimas y, en ese estado de
intranquilidad y malestar personal llevamos ya varios días, ignorando en lo que
hayan de terminar esos fenómenos, pero siempre con nuestros ánimos presa de la
mayor excitación, temiendo una terrible catástrofe que puede ser la ruina
completa del país y la muerte de muchas gentes.
Es imposible que nadie pueda
acostumbrar su sistema nervioso a esos choques provenientes de agitaciones
sísmicas y que así se pueda vivir tranquilo; todos los ánimos, todos los
espíritus, revelan lo contrario, esto es, que la población capitalina y, también
que todas las ciudades, villas, pueblos y caseríos de la República, permanecen en
estos momentos en terrible estado de nerviosidad e intranquilidad, que son
causa de la cuasi paralización de la vida ordinaria de negocios, en todas las
manifestaciones de nuestra actividad.
En la noche del martes,
millares de personas abandonaron la ciudad; retirándose a las afueras, a dormir
al descubierto, en ranchos o galerones y esas gentes, todavía hoy día acampaban
lejos de la capital.
Numerar los muchos edificios
de mampostería y aún de bahareque cuyas paredes cuarteó aquel temblor, sería
tarea larga; son Muchos ellos, pero debemos advertir que fueron pocas las
paredes que se desplomaron o cayeron. Por doquier oímos frases de
conmiseración, para los reos que permanecen presos en los subterráneos de la
Penitenciaría, especialmente para los acusados por delitos políticos y que han
sido encalabozados en los últimos días.
En algunos establecimientos
comerciales, hubo destrozos de cristalería; sin embargo, las pérdidas no son
realmente de importancia. Esto es, en comparación con la magnitud de aquel
temblor, que en duración fue mucho más largo que el famoso del 4 de mayo de
1910, que destruyó la ciudad de Cartago y otras poblaciones de aquella
provincia. Este dato ha sido corroborado por el Jefe del Observatorio Nacional,
el que ya ha hecho los estudios necesarios al respecto.
Entre un grupo de supersticiosas
gentes del pueblo, descubrimos ayer en la mañana, la alta, angulosa y escuálida
figura del sabio astrónomo don Pedro Nolasco Gutiérrez, “El Brujo del
Observatorio”, el profeta de los grandes cataclismos sísmicos. Abriéndonos
campo casi a la fuerza por entre el compacto grupo, llegamos hasta el centro
del amplio círculo de la muchedumbre que con suma atención y religioso respecto
oía las predicciones de don Pedro, le preguntamos: ¿Qué opina usted de lo que
pasa? - Pues sencillamente, que la serie de temblores sentidos, indica que nos
encontramos dentro de una crisis sísmica, que debe merecernos toda atención y
cuidado; ni yo ni nadie puede predecir, en la materia, lo que sucederá, pero, a
mi juicio, la situación geológica del momento impone adoptar toda clase de
precauciones para librarnos de un cataclismo. Hay que recordar las manifestaciones
sísmicas que precedieron al gran terremoto de Cartago; estos antecedentes
pueden servirnos de enseñanza para que no seamos tan confiados como lo fuimos
entonces. Y, en lo que se refiere a datos científicos, no los puedo dar ahora;
antes tengo que estudiar detenidamente los fenómenos presentados y esto, como
usted comprenderá, requiere calma y tiempo.
En conversación telefónica con nuestro corresponsal en Puntarenas,
don Romero Casal dice: “Puedo asegurar, sin temor de equivocarme, que el
temblor de anoche (25 de abril), ha sido, sin disputa alguna, el más intenso y
largo de los que, en muchos años, han sido sentidos en este puerto. Ya pueden
ustedes imaginarse el pánico que en esos momentos se apoderó de los habitantes
de esta población, dadas las predicciones que se han hecho tantas veces por
científicos, de que, en una de estas oportunidades y a la hora menos pensada,
se unirán las aguas del mar con las del Estero y desaparecerá la ciudad. Todos
los vecinos nos lanzamos precipitadamente a las calles, presa del mayor de los
terrores. Y a la luz de las débiles lámparas eléctricas que alumbran la
población, muchas gentes pudieron apreciar las terribles ondulaciones de
tierra, que se asemejan a las del oleaje del mar. Yo no me di cuenta de ese
detalle, como tampoco de este otro, que me cuentan: que, al producirse el
temblor, tanto en el Golfo como en el Estero, se levantaron gigantescas olas.
Aquí las gentes durmieron a la intemperie; las camas y tijeretas fueron
sacadas a las calles y ocupadas por los vecinos”.
Me avisan de Liberia, Cañas, Nicoya, Santa Cruz, Sardinal y otros
muchos pueblos de aquella provincia; que, en todo aquel litoral, el temblor se
sintió de manera muy violenta; pero que no causó desgracias personales ni daños
materiales mayores; que no cesa allí de temblar y que existe por tal cusa,
general malestar en todos los pueblos.
En San José solamente han recibido daños de consideración aquellos
edificios que amenazan ruina, de los que existen muchísimos en esta ciudad;
algunos son los mismos que los temblores de abril y mayo de 1910, fueron
examinados por una comisión oficial de ingenieros y señalados con banderolas
amarillas para ser demolidos y que nunca lo fueron, contentándose sus dueños
con hacerles reparaciones de poca o ninguna importancia; y esos edificios están
actualmente habitados, lo que en verdad de realidad, no deja de ser una terrible
imprudencia, tanto al permitirlo las autoridades como al arrendarlos sus
propietarios.
Periódico La
Información, Año IX, sábado 29 de abril de 1916, N°3479
La catástrofe
en Bocas del Toro, Almirante y Sixaola
De las noticias trasmitidas
anoche de Limón, todas ellas oscuras y difusas, se traslucía que el terremoto
de la noche del veinticinco había sido de malas consecuencias para la provincia
panameña de Bocas del Toro.
Un terremoto, como decían
aquellas noticias, que derriba casas de madera, que hace en la tierra extensas
y profundas hendiduras de las que salen aguas que producen en los mares
corrientes impetuosas que arrastran a los buques (Nota de Waldo Taylor: Se
refieren al Tsunami que produjo el terremoto), que hunde montañas, que hace
desaparecer islas, un terremoto de esos, decíamos, era natural que produjera
víctimas, que destruyera poblaciones enteras, que fuera, en suma, un verdadero
y horroroso cataclismo.
Dichosamente el terremoto de
ña noche del 25, no ocasionó en la capital y pueblos de la provincia fronteriza
panameña los desastres tan grandes ni las pérdidas tan cuantiosas que ha inventado
la fantasía popular o los insubordinados nervios de algún ligero informante.
El doctor en cirugía dental
don Roberto Jiménez Ortiz, quien procede de Bocas del Toro, Almirante y
Sixaola, llegó ayer tarde a esta capital. Aquí está el relato: “La noche
emocionante en que se produjo el temblor, me encontraba yo en la población
costarricense de Sixaola. El movimiento sísmico fue largo, muy largo y
sumamente intenso. Por espacio de cincuenta y tantos segundos la tierra se
agitó furiosamente, al mismo tiempo que de las entrañas de la misma se producía
un ruido sordo y cavernoso que infundía pánico; en esos precisos momentos, las
aguas del caudaloso y ancho río que divide a ambos territorios, subieron de
madre y retumbos fuertes se oyeron, también en las profundidades de las aguas;
ruidos aquellos producidos por algo así, de grandes dislocamientos subterráneos
o del chocar de millares de piedras agitadas por las furiosas corrientes.
Siguió temblando toda la noche y allí nadie durmió, nadie podía dormir. “
Los tanques de agua en
Sixaola, colocados sobre macizas y pequeñas torres de madera, se bambolearon
hasta caer. Ningún daño sufrió, dichosamente el puente ferrocarrilero
internacional colocado sobre el Sixaola y que comunica aquella sección del
poblado costarricense con los puertos panameños de Almirante y Bocas del Toro.
En Guabito, dos casas del Mr. Blen cayeron de sus bases de pilares de concreto
y quedaron sentadas en el suelo. En Almirante ocurrió el mismo fenómeno con veinticuatro
pequeñas casas del barrio más pobre de la población en las que habitaban
familias jamaicanas. Sufrió considerablemente con el temblor el hermoso
edificio de tres pisos que en aquel puerto posee la United y que es de cemento
armado; quedó casi en estado ruinoso; y esa circunstancia me hace reflexionar
que tampoco las construcciones de cemento armado pueden resistir eficazmente a
los movimientos de un fuerte terremoto, si el suelo es inconsistente como el de
esa región.
En el hermoso tajamar de
Almirante se produjeron muchísimas grietas, altas y profundas algunas de ellas.
En la ciudad de Bocas del Toro, capital de la provincia, cayeron algunos
edificios de madera pequeños y que en muchos lugares la tierra se agrietó
ligeramente, manando de esas cavidades agua dulce en abundancia; y que, en el
momento que se produjo el terremoto, las anclas de las naves de gran calado
surtas en aquel puerto, se deslizaron suavemente un gran trecho como impulsadas
por fortísimas corrientes de mar, pero no al extremo de que las embarcaciones
caminaran grandes trechos empujadas por esas corrientes marinas extrañas.
Nota de Waldo Taylor: Don Rafael M. Tristán, Observatorio
Nacional, Servicio Sismológico, hace las siguientes observaciones con respecto
a este terremoto. Hora: 8:47 p.m. Intensidad VII. Dirección aproximada ESE.
Duración: Tremor inicial 7 segundos, fase principal 68 segundos, fase final 49
segundos, duración total 124 segundos. Concluye don Rafael que la distancia al
epicentro da a 37 km, muy aproximado al dato sacado del sismo de ayer.
Obviamente el señor Tristán hace referencia al terremoto de Miramar ocurrido un
día antes.
Etiquetas: Almirante, Costa Rica, Sixaola, Terremoto de Bocas del Toro de 1916, Waldo Taylor Castillo